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Desde que comenzó la epidemia, la salud ha sido la prioridad absoluta de todos, ciudadanos y gobernantes, y se han tomado las medidas pertinentes para controlar los contagios, llegando al confinamiento y la paralización de la vida social y económica, y atender a los enfermos. Aún no es el momento de cantar victoria, pero por fin la curva está en descenso, han bajado contagios y muertos, no hay riesgo de colapso hospitalario y la misma consellera Vergés ha explicado que salvo en la ciudad de Barcelona, en el resto de Catalunya sólo tenemos una situación de riesgo moderado que permite iniciar la desescalada. Aquí se ha optado por la prudencia y solo el Pirineo, Terres del Ebre y Tarragona pasan a la fase 1, mientras la plana de Lleida y el resto de Catalunya seguirán en fase 0 y contrasta con que Madrid, la ciudad con más casos y más contagios, haya pedido pasar a la fase 1. La decisión de frenar unos días la desescalada en el llano ha decepcionado a empresarios y hosteleros, que desearían más agilidad en la vuelta a la normalidad y se muestran partidarios de compatibilizar la prudencia sanitaria con la actividad económica. Y ciertamente, ahora que la sanidad parece controlada, hay que empezar a pensar en la economía porque hasta ahora ha habido más promesas que hechos y se está haciendo más hincapié en anunciar estadísticas desastrosas con previsiones de hundimiento y paro generalizado que en tomar medidas para evitarlas. Estaría bien que además de anunciarnos un negro panorama que todos somos capaces de vislumbrar nos explicaran cómo podemos paliarlo y sobre todo que nos ayudaran en la travesía del desierto, y estaría bien que además de los responsables sanitarios empezaran a comparecer ministros y consellers económicos para explicar medidas concretas y cómo piensan ayudar a las empresas a recuperar su actividad y sobre todo a mantener el empleo. Sánchez prometió en su día miles de millones, pero de momento lo único que está llegando a las pymes son créditos ICO que tienen que ser avalados y con intereses, que no son tan atractivos como los prometidos, y hasta ahora ninguna institución ha renunciado a cobrar sus impuestos, prometiendo como mucho moratorias que pueden ser pan para hoy, hambre para mañana. Ciertamente, falta la respuesta de la Unión Europea, pero hay que empezar a pensar en cómo salvar la economía, que será tan complicado como controlar la pandemia.

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