EDITORIAL
Temporeros ante la pandemia
Cada año con el inicio de la temporada de la fruta, el Baix Segre se convierte en un foco de posibles conflictos porque multiplica su población con la llegada de hasta 25.000 temporeros, se registra más concentración de personas que no siempre tienen el trabajo garantizado y pese a las mejoras de los últimos años no siempre las condiciones de alojamiento son las más adecuadas. Si todas las temporadas en condiciones normales hay problemas, este año, con el impacto de la pandemia, la preocupación de los alcaldes y los mismos ciudadanos se ha multiplicado, porque se está doblando la población con la llegada de temporeros de otras latitudes y se han multiplicado los riesgos de contagio en una zona que hasta ahora había superado muy bien la pandemia del coronavirus. Se han activado protocolos de seguridad y se han habilitado polideportivos o casetas prefabricadas para aislar a los posibles contagiados y alojar a los casos positivos leves que no requieran hospitalización, pero los alcaldes de la zona se quejan de que han tenido que asumir todos los costes y las responsabilidades en pueblos con infraestructuras limitadas y que ahora duplican su población, con una normativa que no estuvo delimitada hasta el último momento y falta de medios para detectar y aislar posibles casos. De momento ya han surgido los problemas de cada año con la llegada de trabajadores sin contrato que deambulan en busca de trabajo y representan un riesgo, con ocupaciones de casas en Soses y La Granja d’Escarp y empiezan a surgir otros nuevos como la detección del primer caso positivo de coronavirus en Soses, que, aunque ha sido aislado, puede convertirse en algo más serio si no se hacen las pruebas correspondientes a sus familiares y las personas con las que ha tenido contacto. Y aunque se hayan tomado todas las medidas y que todos estén concienciados sobre los riesgos, lo preocupante es que los ayuntamientos no pueden garantizar el control sobre gente deambulando por los pueblos que no siempre encontrará trabajo, sin alojamiento garantizado, que comen en las plazas o en las calles y que tampoco guardan siempre las distancias de seguridad, y este año más que nunca necesitarán el apoyo de la Generalitat y la subdelegación del Gobierno para atender una situación que puede desbordarse a medida que llegan más temporeros, que no consigan contratos y que se registren más casos positivos. Mucha vigilancia.