EDITORIAL
La gran evasión
Había ganas de cambiar de aires después de cien días sin libertad de movimientos, que se han hecho largos, y ayer el Pirineo recibió a los primeros turistas de una temporada absolutamente atípica. El estado de alarma ya es historia, pero el virus no. Se impone la autoresponsabilidad para evitar el temido rebrote. El distanciamiento social, la higiene de manos y la mascarilla son ahora las únicas normas a seguir. En este contexto, las comarcas de montaña están bien situadas para estrenar el verano con buen pie. Los expertos apuntan a que los turistas no quieren arriesgarse y, por lo menos en los próximos meses, buscarán espacios abiertos, sin masificar y con una amplia oferta de naturaleza. Buenas noticias para Lleida, que cumple con creces los requisitos. Desde que esta madrugada se ha levantado el estado de alarma, los ciudadanos ya pueden moverse libremente por el espacio Schengen y los comercios y establecimientos de la Val d’Aran, sobre todo, pueden volver a recibir a clientes del otro lado de la frontera francesa. Un lento retorno a la normalidad que ha coincidido con la notificación, por parte de Salud, de un nuevo fallecido por Covid en las comarcas de Ponent, que ya suma 239 víctimas mortales. Precaución, pues, pero sin que el miedo nos paralice con la espada de Damocles del rebrote.
Chapuzones y chapuzas Ayer fue día de playa para muchos leridanos que añoraban la Costa Daurada. También de piscinas. En Tàrrega, Cervera, Golmés, Castellnou de Seana o Castell de Mur se dieron el primer chapuzón. En Lleida las piscinas municipales siguen cerradas y los vecinos están en pie de guerra. Que la Paeria haya dado marcha atrás y ahora quiera cobrar la entrada íntegra aunque solo se puedan usar unas horas ha indignado a La Bordeta, Pardinyes, Secà de Sant Pere y Magraners. Peor parados se sienten los vecinos de La Mariola, que consideran un agravio que las únicas piscinas que no abran este verano sean las de Gardeny, por lo que exigen explicaciones al equipo de Gobierno de la Paeria.