SEGRE

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Entre indignados y resignados, los doscientos mil habitantes del Segrià hemos iniciado un extraño confinamiento que nos impide salir de la comarca, pero que no será obstáculo para que hoy vengan alumnos de toda la provincia a examinarse de selectividad, y del que todavía no conocemos las razones verdaderas porque el viernes la consellera descartaba cualquier confinamiento, mientras ese mismo día los Mossos ya preparaban el dispositivo que se hizo efectivo el sábado, en pleno fin de semana de julio con media ciudad en la playa o la montaña después de cuatro meses sin poder salir. Sigue el cúmulo de contradicciones con el plazo para regresar, primero de dos horas y finalmente del fin de semana, sin mayores explicaciones y lo rematan con una amenaza de confinarnos en casa si no mejora la situación. Como si fuera culpa de los ciudadanos o nos hubiéramos portado mal. Sin embargo, no aclaran cuál es la incidencia de temporeros y personas sin techo en la estadística de contagiados y se limitan a decir que es notable aunque no tienen datos epidemiológicos, compartiendo tal vez el miedo del alcalde a que se les califique de racistas. Pero habrá que explicar que de los catorce brotes existentes en el Segrià diez han sido localizados en empresas hortofrutícolas y otro en un albergue para sin techo, además de otros dos en residencias y otro en un bloque de pisos, y que temporeros y sin techo se han movido sin ninguna restricción por las comarcas en fase dos de Aragón y el Segrià, y que algunos han seguido trabajando pese a tener síntomas del virus sin que Salut se enterara. Y evidentemente no es culpa de los temporeros, ni de los sin techo, que bastante están teniendo que sufrir, sino de los políticos que han mirado para otro lado mientras iban llegando a nuestras comarcas sin contratos, sin papeles y enviados por otros políticos con el señuelo de que aquí encontrarían trabajo, que se han lavado las manos mientras se alojaban en condiciones indignas y han reaccionado tarde con promesas de regularización que han actuado como efecto llamada, y que sanitariamente no han tomado ninguna de las medidas que recomienda la OMS para controlar posibles rebrotes. Ni se ha atendido al temporero que sabe que se queda sin trabajo si da positivo, ni al agricultor que tiene que recoger la cosecha y teme el rebrote y se ha dejado todo bajo la responsabilidad del ciudadano. Al que además se quiere encerrar.

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