SEGRE

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Ya volvemos a estar confinados en Lleida ciudad y siete localidades del Baix Segre, una vez solventado el embrollo judicial que hubiera sido fácilmente subsanable sin perder dos días tras la semana de confinamiento perimetral, que por lo visto no ha servido para nada, sin más novedades que una modificación técnica en el acuerdo del consell executiu y la habilitación de una carpa en los Camps Elisis para que los temporeros que duermen en los pabellones de la Fira tengan un domicilio donde puedan estar confinados. Algo que también hubiera podido habilitarse desde el primer momento para romper la cadena de contagios y facilitar el trabajo de los rastreadores, que según el nuevo coordinador anti-Covid son suficientes mientras la mayoría de epidemiólogos opinan lo contrario. Nos toca ahora afrontar una nueva travesía del desierto para pequeñas empresas, ciudadanos y autónomos, con una sensación de indefensión que no palian las sucesivas comparecencias de consellers que, como la portavoz Budó, generan más confusión diciendo que “no estamos ante un confinamiento estrictamente domiciliario, pero pedimos a la gente que no salga de casa si no es estrictamente necesario”, y con una aplicación aún más difícil para los que no tienen casa y priorizan el salario frente a la salud pública. Y como sucede siempre ante una desgracia, sea pandemia como ahora o incendios o inundaciones meses atrás, llegan promesas de ayudas inmediatas por parte de la administración, tras reconocer la misma consellera Chacón que “el tejido económico y productivo del Segrià está en la UCI”. Las experiencias vividas, y la más próxima es la de la Conca d’Òdena, nos recuerdan que las ayudas llegan tarde y mal, más en forma de créditos, que endeudan más a pymes y autónomos ya endeudadas, que como ayudas directas, pero se sigue repitiendo la historia y el vicepresidente Aragonès promete 6,5 millones de euros el mismo día en que la patronal del comercio advierte que solo en su sector las pérdidas semanales serán de ocho millones de euros y no incluye el resto de sectores damnificados. Llevamos ya cinco meses de pérdidas y ninguna administración, ni la estatal, ni la catalana, ni tampoco la municipal con el alcalde, resignado a transmitir y apoyar las decisiones que llegan de Barcelona, se plantea dejar de cobrar impuestos por unas actividades paralizadas por el virus pero también por la falta de medidas adecuadas.

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