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Después de dos semanas de confinamiento en Lleida y seis pueblos del Segrià, que llegó tras un rifirrafe con la justicia, y 25 días después del reconfinamiento con cierre perimetral para la comarca del Segrià, que llegó tras haberlo descartado el día anterior la consellera de Salut, se anunció ayer el levantamiento de las restricciones a la movilidad y la suavización de las limitaciones a la actividad comercial de forma que se podrá recuperar la actividad comercial con el 50 por ciento del aforo y se permite a la hostelería la apertura de terrazas hasta las doce de la noche sin superar la mitad del aforo, con limitación de las reuniones hasta diez personas. La buena noticia es que la evolución de los brotes ha permitido esta limitada relajación y la constatación de que la situación sanitaria está mejorando, aunque, como insisten desde Salut, seguimos con una ocupación alta de los hospitales y riesgo de transmisión sanitaria del virus. Hay que mantener la alerta, no relajarse pese a que haya menos restricciones y seguir los reiterados consejos que lanzan las autoridades sanitarias: uso obligatorio de mascarillas, lavado frecuente de manos y mantener las distancias de seguridad evitando aglomeraciones y reuniones masivas, algo que los ciudadanos de Lleida y los seis pueblos afectados han venido siguiendo como el resto de catalanes. Lo que no tiene justificación es el bloqueo económico al que han estado sometidos dos sectores básicos para la economía de la zona como es la hostelería y el comercio, a los que parecía culparse del agravamiento de la situación en el Segrià cuando es evidente que había otros componentes y que se han sentido castigados con unas medidas más duras que otras zonas donde por ejemplo la tasa de reproducción era más elevada. Pero las medidas adoptadas son un paliativo absolutamente insuficiente para la hostelería, que en Lleida no soluciona nada con las terrazas tras meses de letargo del que será difícil salir, con unas pérdidas considerables y unas secuelas económicas, sociales y hasta psicológicas de las que será complicado recuperarse. No cabe lamentarse del pasado, sino mirar hacia el futuro, pedir más flexibilidad en las aperturas y las administraciones tendrán que ayudar a Lleida, a sus empresas y a sus ciudadanos, a salir del pozo en que estamos, y los leridanos compatibilizar la vigilancia sanitaria con la recuperación no solo económica, sino también de la autoestima.

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