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Son la piedra angular del sistema sanitario, pero han pasado más desapercibidos que sus compañeros de hospitales, urgencias y cuidados intensivos. Los profesionales de los CAP y consultorios están desbordados. Atienden al triple de pacientes que antes de la pandemia, pero no siempre se han sentido reconocidos. “Las UCI generan titulares, y el nuestro es un trabajo de hormigas”, resume Pilar Vaqué, coordinadora del CUAP de Prat de la Riba. Teniendo en cuenta que la Atención Primaria ya arrastraba un déficit de personal endémico, esta sobrecarga laboral empieza a pasar factura. Los profesionales están cansados, según reconocen ellos mismos, aunque siguen comprometidos. Las políticas de recortes tras la crisis económica de 2008 dejaron muy tocada a la sanidad pública, que, sin embargo, ha respondido con eficiencia a una pandemia sin precedentes en el último siglo. Pero todo tiene un límite. Los sanitarios están extenuados y, probablemente, al regreso de las vacaciones les espera el anunciado gran rebrote de otoño. Si ahora en centros como el CAP Primer de Maig de Lleida ciudad se han llegado a tener picos de 400-500 consultas telefónicas al día y cada profesional debía hacer frente a hasta 130 asistencias en una jornada entre presenciales, telefónicas, virtuales y trámites administrativos, nadie quiere ni pensar en cómo se sobrellevará una segunda oleada del virus si no se refuerza todo el sistema sanitario, empezando por la Primaria. Por desgracia, ya sabemos a lo que nos enfrentamos. Solo en la demarcación de Lleida han fallecido 271 personas por coronavirus. La lección tendría que estar más que aprendida. El alcalde de Alcarràs, el independiente Manel Ezquerra, así lo constata. “Salud ha tardado en avisar de brotes por falta de personal”, lamenta. El municipio que preside tiene una de las mayores tasas de contagio de Catalunya, 580 por 10.000 habitantes. Pero ni así se consiguió que la Generalitat destinara rastreadores para frenar la expansión del virus. El consistorio tuvo que tomar la delantera y contratar personal, como también hizo el ayuntamiento de Aitona. Ezquerra llegó a pedir ayuda al Ejército, porque se sentía impotente. Si eso pasó cuando el brote estaba concentrado en Lleida ciudad y el Baix Segre, a nadie se le escapa que cuando afecte a toda Catalunya la soledad puede ser peor. Esperemos que no.

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