EDITORIAL
Prudencia con las vacunas
El presidente ruso, Vladímir Putin, anunciaba ayer el registro de la primera vacuna contra el coronavirus desarrollada por su país. Según el mandatario, la vacuna rusa es “eficaz”, ha superado todas las pruebas necesarias y permite lograr una “inmunidad estable” ante la Covid-19. La aprobación se produce sin esperar a los resultados de la fase 3 del ensayo clínico, que contaría con miles de participantes y que incluirá a personas de Rusia, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Según la agenda rusa, la producción de la vacuna podría comenzar a principios de septiembre y su administración en octubre, si bien desde abril la élite rusa ya habría estado recibiendo dosis de la vacuna. Ante este anuncio a bombo y platillo, el escepticismo de los expertos ha sido generalizado. Así, la OMS ya se había mostrado cauta con respecto a su eficacia y a su posible administración a corto plazo, debido al tiempo necesario para que las vacunas pasen por todas las pruebas antes de ser aplicadas. Algunos incluso afirman que es posible que no resulte segura ni eficaz. El propio Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Contagiosas de EEUU, cuestionaba las prisas de Rusia declarando que esperaba que “realmente” estuvieran probando la vacuna antes de administrarla. En la actualidad hay 166 vacunas contra la Covid-19 en desarrollo, 29 de las cuales están realizando ensayos con humanos. Entre las más avanzadas se encuentran las llevadas a cabo por la Universidad de Oxford junto con AstraZeneca, la de la farmacéutica Moderna, la desarrollada por la colaboración entre BioNTech y Pfizer o la candidata de Sinovac que se está probando actualmente en Indonesia y Brasil. La vacuna rusa no se encontraba entre las candidatas más desarrolladas para la OMS.
Todo el mundo esperamos una vacuna que pueda frenar esta pesadilla, pero las prisas son siempre malas consejeras y más cuando está en juego billones de dólares, el prestigio científico y el de los países que primero la comercialicen e implanten. Y lo que es más importante, la vida de miles de personas y la recuperación económica y social de todo el planeta. La OMS debe custodiar este proceso y no dejar que la urgencia pueda poner en peligro a la ciudadanía, sea del país que sea.