EDITORIAL
Del dicho al hecho
Dos meses después de ponerse en marcha la solicitud del Ingreso Mínimo Vital (IMV), uno de los logros clave de Podemos en el gobierno de coalición con el PSOE, apenas se han procesado el 19% de las solicitudes y la gran mayoría de las reconocidas son por reconversiones de oficio. La situación amaga con alargarse, al igual que la gestión de los ERTE, por momentos caótica y con graves retrasos en los cobros, o de las prestaciones para empleadas del hogar. Y no recibir el ingreso puede empeorar la situación de extrema pobreza que precisamente busca combatir. Entrando al detalle, se han recibido casi 750.000 solicitudes, según el ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. De ellas, se han analizado 143.000 (el 19%), de las que algo más de 80.000 se han reconocido, 36.500 se han denegado –sobre todo por exceder los niveles de renta y patrimonio– y otras 25.800 están pendientes de que se adjunte documentación. Aprobar leyes sociales, como la de Dependencia, la de Igualdad de Género y ahora el Ingreso Mínimo Vital da muchos titulares y apoyos iniciales, pero la burocracia, la falta de presupuestos, de personal o de prioridades políticas para desarrollar lo acordado hace que en la mayoría de los casos estas progresistas medidas se queden a mitad de camino. Personas que mueren con la dependencia aprobada y sin cobrarla, mujeres maltratadas sin seguimiento policial o judicial y ahora miles de personas confiadas en cobrar un mínimo para comer y subsistir viendo cómo se queda en agua de borrajas lo anunciado. La política lleva años con más continente que contenido y la desafección y el populismo crecen precisamente por esta contradicción entre promesas y realidad.La crisis del BarçaHablar de fútbol con la pandemia en pleno rebrote se antoja superficial, y lo es, pero este deporte mueve millones, tanto de euros como de personas, y la pésima gestión de Josep Maria Bartomeu al frente del Barça está a dos pasos de alejar al mejor jugador de la historia, Leo Messi, del Camp Nou. Sería un desgraciado colofón a la mejor época del barcelonismo, tanto en juego como en títulos.