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El otoño que viene se prepara caliente y no solo par la Covid y sus rebrotes, ni por la vuelta a las aulas, a priori problemática tanto por los posibles contagios como por los recelos que profesores y algunos padres muestran ante las medidas de precaución tomadas hasta ahora en los colegios. El Govern de la Generalitat lleva meses a la greña, tanto por la gestión de la pandemia, como por todas y cada una de las decisiones que se toman desde la administración. JxCat y ERC, además, tampoco están de acuerdo en la hoja de ruta a seguir para conseguir la independencia de Catalunya. Los primeros abogan por una confrontación con el Ejecutivo de Madrid para forzar cuanto antes un pacto de mínimos con el Estado que pueda satisfacer a la mayoría parlamentaria de este país, que ha votado en reiteradas ocasiones a favor de la cota máxima de autogobierno y ha defendido en la calle esta reclamación histórica. Por su parte, los republicanos comparten el mismo objetivo, pero ven prioritaria la mesa del diálogo abierta con PSOE y Podemos para no volver a forzar la máquina hasta el punto de que más personas y representantes públicos acaben de nuevo en la cárcel y el bucle no se acabe. Por si esta falta de unidad no fuera suficiente, los postconvergentes se han declarado la guerra entre ellos. La última excusa es por el uso de la marca electoral JxCat, que ahora ostentan los afines a Puigdemont, y bajo cuya denominación han formado un nuevo grupo político. El Partit Demòcrata ha llevado a los tribunales a JxCat, por lo que consideran apropiación indebida de estas siglas, y los seguidores del 130 president de la Generalitat han contestado con una cadena de bajas del PDeCAT, entre ellas del propio Carles Puigdemont y la mayoría de consellers. Iniciada ya la lucha fratricida, toca con más urgencia que nunca que el actual President, Quim Torra, convoque las elecciones al Parlament. El país no puede esperar más a conocer cuál es la opción mayoritaria que los catalanes prefieren para afrontar con garantías de estabilidad los difíciles retos del inmediato futuro. La crisis sanitaria acarreará muchas consecuencias económicas y sociales, y Catalunya requiere un gobierno fuerte que pueda tomar las decisiones internas y externas que mejor representen la voluntad mayoritaria de sus ciudadanos. Torra pide no nombrar a un sustituto cuando lo inhabiliten, cuando tiene en sus manos evitarlo convocando comicios.

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