EDITORIAL
La queja de hostelería
El sector de la hostelería catalana se manifestó ayer en Barcelona para protestar por el cierre de bares y restaurantes durante quince días, mientras hacen cálculos sobre las pérdidas millonarias que padecerán, los locales que se verán abocados al cierre y los empleos que se destruirán. Se quejan de que a los pocos días de que la misma Generalitat planteara la posibilidad de reabrir discotecas y locales de ocio adoptara una medida tan drástica sin barajar ninguna otra alternativa, de forma que implícitamente se responsabiliza al sector del rebrote de casos cuando la inmensa mayoría de establecimientos aplicaba las normas y puede haber otros factores, como las aglomeraciones en el transporte público, aperturas universitarias, fiestas encubiertas o botellones, que puedan tener más incidencia. Había que tomar medidas porque el rebrote es una realidad que puede ir a más con el frío, pero es discutible que la fundamental sea cerrar un sector de la trascendencia de la hostelería en Catalunya, porque solo en Lleida se calculan pérdidas de 48 millones con 13.000 empleos destruidos durante el tiempo de cierre que desgraciadamente puede ser superior a quince días. Había alternativas al cierre total, como demuestran las decisiones de otros países, sin tener que llegar al extremo de Madrid, que pese al estado de alarma y la gravedad de su situación epidemiológica los mantiene abiertos. Así, en Francia han decretado toque de queda desde las 9 de la noche a las 6 de la mañana, pero en las grandes ciudades con bares y restaurantes abiertos sujetos a limitación de aforo y a crear un registro de su clientela; en Inglaterra, con más incidencia de la Covid, los pubs y restaurantes tienen que cerrar a las 10; en Italia, la hostelería tiene que cerrar a las 9 o las 12 según sus características, y en Alemania se han suspendido todos los eventos masivos, pero los bares pueden estar abiertos hasta las 11 de la noche, e incluso en Chequia, que lidera los casos en esta segunda oleada, los bares pueden abrir hasta las ocho con cuatro personas por mesa. Y en todos los casos distinguen las restricciones por zonas según la incidencia de los brotes. Aquí se trata igual al Alta Ribagorça, casi sin casos, que al área metropolitana de Barcelona, con más riesgo, y se han descartado los límites horarios o mantener las terrazas. Lo pagará el sector y el conjunto de la economía, y ojalá no se traduzca el cierre en un incremento de fiestas privadas o botellones.