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Ni la propuesta conjunta de la Cámara de Comercio y la Federación de Hostelería de Lleida ni la petición de todos los restauradores catalanes con estrella Michelin han sido atendidas y la Generalitat mantiene durante diez días más el cierre de bares y restaurantes pese a la paulatina mejora de las cifras porque las autoridades sanitarias interpretan que se necesita este plazo para mejorar las estadísticas y gestionar mejor la pandemia. Quien decide, manda y no hay más alternativa que acatar las restricciones con idéntica disciplina que hasta ahora confiando en que duren lo mínimo posible, pero se puede discrepar, porque diez días cuando ya se lleva casi un mes de cierre, al que hay que añadir el de julio y los tres meses de primavera, es un auténtico desastre para el sector afectado y para el conjunto de la economía, sin que además hayan llegado ayudas para paliar el desastre. Como dijo un famoso restaurador, se han tomado medidas de país rico con la economía de un país pobre y quienes lo pagan son sectores como la hostelería sin que tampoco haya quedado demostrado ni mucho menos que sean determinantes en la propagación de la epidemia. Por si fuera poco, la experiencia de otros países y otras autonomías muestra que se pueden combatir los rebrotes sin el cierre total y que es compatible el control de la epidemia con el mantenimiento de una cierta actividad económica. No se trata de establecer comparaciones, ni de hacer carreras, pero sí se agradecería algo más de flexibilidad, más claridad a la hora de explicar las decisiones sin enfrentamientos entre socios y argumentos claros y también más diálogo con los sectores implicados para evitar contradicciones como que iglesias o mezquitas hayan podido acoger a más de cien personas mientras teatros o actos culturales no puedan hacerlo o que se permitan aglomeraciones en el transporte público y continúen prohibidas actividades deportivas al aire libre. Sería bueno conocer la hoja de ruta prevista, un mínimo calendario sobre la anunciada desescalada supeditada a la evolución de los datos epidemiológicos, para que todos pudieran organizarse e incluso implicarse en las decisiones tomadas, pero no podemos seguir con la incertidumbre de qué se decidirá la semana que viene, ni sometidos a esta especie de despotismo ilustrado en que unos pocos en base a sus criterios toman las decisiones que nos afectan a todos porque solo nos dejan el derecho al pataleo.

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