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Luz al final del túnel o el principio del fin de una pesadilla. Estas son algunas de las expresiones que los dirigentes públicos utilizaron ayer a la hora de valorar el inicio de la vacunación contra la Covid en Catalunya, en España y en los diferentes estados de la Unión Europea. No hay duda de que ayer fue un día histórico. Después de nueve meses y medio de pandemia, por primera vez hay un antídoto efectivo. Pero no hay que dejarse llevar aún por la euforia. Harán falta varios meses para vacunar al 70% de la población, porcentaje necesario para poder alcanzar la inmunidad de grupo. Además, los que reciben ahora la primera dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech no están inmunizados. Dentro de 21 días deberán recibir la segunda, y entonces deberán pasar unos días para que la inmunidad sea efectiva. Por todo ello, hay que seguir reclamando responsabilidad al conjunto de la ciudadanía y que siga las recomendaciones sanitarias para evitar contagios. Es más, los expertos apuntan que medidas como la mascarilla o la distancia continuarán en vigor incluso para las personas que ya estén inmunizadas, porque el hecho de que no desarrollen la enfermedad no significa que no puedan ser transmisoras del virus.

La aplicación simultánea de la vacuna en todos los países miembros ha servido también para que la Unión Europea se reivindique justo en el momento en que se materializa la salida del Reino Unido. La UE también ha demostrado que puede ser una estructura eficaz al dotarse de un fondo de recuperación para la crisis provocada por el coronavirus. Precisamente, no hay que olvidar que la del coronavirus es una pandemia mundial, por lo que lo lógico sería que hubiera una respuesta global. Desgraciadamente, esto no es así, y las vacunas son la mejor prueba. La UE y los países más ricos, con EEUU, Canadá o el Reino Unido a la cabeza, ya han comprado un volumen de dosis de las vacunas suficiente para aplicarlas tres veces a toda su población, mientras que los países más pobres solo disponen de las necesarias para un porcentaje mínimo de la suya. Una vez más, se constata la contradicción entre un mundo tan interconectado con el actual y el hecho de que los recursos estén cada vez más concentrados en menos manos. Y hay que preguntarse si en este caso la desigualdad impedirá controlar eficazmente esta pandemia.

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