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Con el último diario de 2020, es momento de hacer balance de los últimos 365 días y lo único bueno que se puede decir del año que cerramos es que por fin se acaba y hay fundadas esperanzas de que el 2021 sea mejor, que podamos cerrar la pesadilla del coronavirus, que no repitamos la lamentable cifra de muertos de este ejercicio, que no tengamos que avergonzarnos del olvido en que han fallecido miles de personas mayores que habían dedicado toda su vida a dejarnos una sociedad mejor y también que llegue un respiro para la economía y que al menos todos los sectores puedan trabajar con normalidad. Dicen que todas las generaciones tienen que padecer a lo largo de su vida algún episodio trágico como alguna guerra, desastres naturales o crisis profundas, pero nadie podía imaginar cuando hace 365 días nos deseábamos feliz 2020 que una pandemia arrasaría el planeta, que provocaría cerca de dos millones de muertos en el mundo y más de 80 millones de contagiados y que nos dejaría inermes ante un virus que se propagó sin fronteras y frente al que inicialmente no había más paliativo que la distancia social, la mascarilla y confiar en la abnegación y el sacrificio de un personal sanitario que se ha convertido en el protagonista positivo del año. De entrada, fue una cura de humildad para una sociedad opulenta que creía que con la tecnología estábamos a salvo de contingencias y nos hemos encontrado con un virus que nos ha confinado, aislado y que nos ha robado un año. Y después nos ha descubierto que lo verdaderamente importante es la vida, la salud, los abrazos a los que hemos tenido que renunciar, la solidaridad que ha aflorado, un sistema sanitario que muchos solo valoraban cuando lo necesitaban y hasta algo tan simple como pasear o encontrarse con los amigos se convertía en un reto conseguido. Ha sido un año triste, amargo, con pérdidas en muchas familias, que también debería servir para enseñarnos a elegir prioridades y a centrarnos en lo importante. Se ha hecho un esfuerzo descomunal en el ámbito sanitario y de investigación y ahora, con el fin de año, empieza a verse el final del túnel con la llegada de las vacunas, pero nadie debe bajar la guardia, ni olvidar todo el sufrimiento acumulado si queremos disfrutar de un futuro mejor. La esperanza es que lo peor ya ha pasado y que el 2021 será mejor si seguimos aportando nuestro granito de arena. Es lo que deseamos todos.

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