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Hemos entrado en el primer fin de semana en el que se permiten los desplazamientos fuera de la comarca dentro de una misma burbuja y, como era previsible, ha aumentado considerablemente el tráfico y los viajes a la playa o la montaña. Es comprensible después de un año de restricciones, y hay que reclamar prudencia a quienes se desplacen para que mantengan las restricciones con mascarilla y distancia social para que la interacción no se traduzca en un incremento de contagios, en unos momentos en que los datos de la epidemia llevan unos días estancados y sin bajar al ritmo que todos desearíamos.

En este sentido, el presidente del Colegio de Médicos de Catalunya explicaba esta semana que en estos momentos no era partidario de recomendar que no se saliera, como había hecho en otros momentos de la pandemia, porque en estos momentos confluyen tres elementos a valorar: la situación sanitaria, la evolución económica y la salud mental de los ciudadanos. Después de un año de restricciones, ya no es la situación sanitaria, con ser importantísimo, el único factor a ponderar a la hora de tomar decisiones y, más allá de la movilidad fuera de la comarca, lo importante es mantener los hábitos y evitar la interacción de burbujas, y en este sentido pueden ser más peligrosos los botellones en las ciudades o los encuentros de amigos que los desplazamientos a la playa o a la montaña si se mantienen las mismas burbujas.

Respetando estos criterios, hay que empezar a pensar en la economía justo el día en que el Idescat certificaba que la catalana bajó un 11,5 por ciento el año pasado, una décima más de lo previsto, y que hemos vuelto a los niveles de hace cuatro años, en un desplome sin precedentes en tiempos de paz. Se ha multiplicado el riesgo de pobreza y hay sectores y comarcas absolutamente agobiados para los que la apertura comarcal puede ser un respiro después de casi un año sin facturar, sin que hayan llegado las ayudas públicas y sin que se hayan cancelado los impuestos u otros pagos.

Es lamentable la epidemia sanitaria, pero la pobreza también está entre las peores epidemias. Y también hay que valorar la salud mental de los ciudadanos, que, según todos los indicadores, ha empeorado por la pandemia, el aislamiento y también el temor a lo que pueda venir.

Se ha traducido en un aumento de las depresiones, del estrés y de otras patologías mentales que no siempre pueden ser atendidas, y a todos nos conviene salir del confinamiento y un poco de aire como reclamaba el secretario de Salud Pública, Josep Maria Argimon. Es, sin duda, un equilibrio difícil en el que priorizar alguna de las cuestiones puede traducirse en un empeoramiento de las otras dos con unas consecuencias que pueden ser difíciles de recuperar.

Este fin de semana es un banco de pruebas y los resultados, una vez más, dependerán del civismo y la solidaridad de los ciudadanos. .

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