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“No hay tiempo que perder”, dijo en su discurso de investidura el candidato republicano, Pere Aragonès, pero el portavoz de JxCat, Albert Batet, dejó claro que no tienen ninguna prisa y hasta pidió que Aragonès renuncie a presentarse a la segunda votación después de mostrar su malestar por la preferencia en negociar con la CUP y por un discurso que tampoco les gustó y que no aplaudieron. No habrá investidura a la primera y el candidato de ERC tendrá que forzar la negociación para convencer a JxCat y ser investido el martes en la segunda vuelta.

Es lo previsible porque no hay ninguna alternativa a un gobierno del bloque independentista, con un Salvador Illa que, pese a ser el más votado, se ha visto reducido a un papel tan marginal como el que tuvo en la anterior legislatura Inés Arrimadas, pero no será fácil porque las diferencias entre ERC y JxCat siguen siendo importantes, y más después del discurso de Aragonès con previsibles agradecimientos a la CUP, y apelaciones a una Generalitat republicana, pero también con guiños a los comunes, con quienes han mostrado su incompatibilidad los posconvergentes, defensa de la mesa de diálogo con el Estado, que también rechazan, y un tono izquierdista con citas hasta de Karl Marx, que no gustaron en las filas de JxCat, que no encontraron ningún motivo en su discurso para pasar de la abstención al voto favorable. .

Las diferencias siguen siendo sustanciales y pasan por un reconocimiento más explícito del papel que ha de jugar el Consell per la República y el expresidente Puigdemont, cómo se concreta el embate contra el Estado y también quién gestiona los fondos Next Generation de ayudas para la pandemia que quiere gestionar Aragonès pero también reclama JxCat. A estos puntos hay que acumular las interpretaciones contrapuestas de los resultados electorales, cambio de hegemonía para ERC y empate para JxCat, las contrapartidas por la elección de la presidenta del Parlament, que en opinión de ERC formaban parte de un pacto global, y los recelos acumulados de la anterior legislatura, en la que menudearon las cuchilladas entre los socios.

No lo decimos nosotros, lo explica con detalle el expresidente Torra y, a la vista de cómo están las cosas, nada hace pensar que vayan a cambiar las relaciones en esta legislatura salvo que medie un cambio radical. Lo previsible es que de aquí al martes se fuercen las negociaciones, que intervengan mediadores para buscar puntos de consenso y hasta cesiones que esta vez sí hagan pasar de la abstención al voto favorable a los diputados de JxCat, porque unos y otros han de ser conscientes de que no hay otro gobierno posible, que están condenados a entenderse porque, pese a la escenografía, son más los puntos que les unen que los que los separan y porque una repetición de elecciones sería un fracaso de todos.

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