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“¿A que no sabes dónde he vuelto hoy? Donde solíamos gritar.” Y así fue. Como en esta canción que ahora parece premonitoria de Love of Lesbian, 5.000 personas, algunas de Lleida, regresaron el sábado donde solían gritar, aplaudir, cantar y emocionarse.

El Palau Sant Jordi acogió un concierto de Love of Lesbian que hizo historia. “El mundo nos mira”, aseguró Santi Balmes, el líder del grupo, a sus entregados fans, y a tenor de la repercusión mediática internacional de este experimento cultural, parece que estaba en lo cierto.

La organización iba a cargo de la plataforma Festivals per la Cultura Segura, que integra a los directores del Primavera Sound, Sónar, Cruïlla, Canet Rock, Vida y de la promotora The Project, y contó con el acompañamiento de la Generalitat y el ayuntamiento de Barcelona, y la tutela de sanitarios del hospital Germans Trias i Pujol de Badalona. Era, pues, un experimento controlado.

El primer concierto multitudinario que se hacía en más de un año fuera de Nueva Zelanda. En quince días el hospital de Can Ruti hará un seguimiento a los asistentes para saber si se han contagiado.

Los resultados se darán a conocer el 10 de abril y se comunicarán después de ser contrastados con la conselleria de Salud. Si son buenos, a nadie se le escapa que la normalidad estará un poco más cerca y que la tantas veces reivindicada cultura segura podría plantearse recuperar acontecimientos masivos.

Pero, ¿compensa? Los organizadores invirtieron 200.000 euros en los tests rápidos de antígenos, las mascarillas FFP2 que tenían que llevar todos los asistentes y los técnicos, el gel hidroalcohólico y el personal para regular las entradas y salidas del recinto. Amén de los sanitarios que estuvieron toda la mañana testeando al público en la sala Razzmatazz.

Una hora y media de concierto, pero todo un día de actividad frenética. Es evidente que se trata de una prueba piloto y que el rendimiento, en este caso, hay que buscarlo a medio y largo plazo, pero difícilmente sería rentable una actuación a 25-27 euros la entrada, como se pagó el sábado, con este sobrecoste.

De momento, tanto el Sónar como el Primavera Sound, aunque han participado en el experimento, ya han suspendido la edición de este año, conscientes de que las restricciones todavía van para largo. Y es que, como recordaba el propio Santi Balmes desde el escenario, “este concierto es una pequeña batalla dentro de la guerra”.

Una prueba no exenta de polémica. Así, el subdirector de Protección Civil, Sergi Delgado, cuestionó las “grandes contradicciones” en la gestión de la pandemia al permitirse este concierto multitudinario mientras no pueden reunirse las familias.

Ajeno a las críticas, el público cantó temas como Si salimos de esta, Los males pasajeros o Allí donde solíamos gritar. Canciones que fueron escritas antes de la Covid-19, pero que ahora parecen tener otro significado.

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