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Más de ochenta personas perdieron la vida la madrugada de ayer en el hospital Al Jatib de Bagdad al estallar unas bombonas de oxígeno en mal estado. La mayoría de las víctimas mortales, así como los más de cien heridos por quemaduras o por lanzarse al vacío para huir de las llamas, eran enfermos de coronavirus.

Esta tragedia llega coincidiendo con otro triste récord de la India, que ayer registró 349.691 nuevos casos de Covid-19. Las imágenes de las piras funerarias en plena calle hace días que alertan de la magnitud de la crisis sanitaria que asola la llamada “farmacia del mundo”.

El país que produce la mayoría de las vacunas está ya al borde del colapso. En solo un fin de semana India ha reportado más de un millón de nuevos infectados.

Son cifras de impacto, inasumibles. A modo de ejemplo, India registró en 24 horas el triple de casos que China durante toda la pandemia.

Desde el 15 de abril se han superado las 200.000 infecciones diarias y se han batido récords de contagios y de decesos, con 2.767 en solo 24 horas. Con la curva epidemiológica completamente desbocada, los hospitales de Nueva Delhi lanzan llamadas de emergencia ante la falta de oxígeno.

Solo durante el sábado murieron 25 personas en el centro sanitario Jaipur Golden por falta de oxígeno, a pesar de que, de nuevo, son los principales suministradores. Y surgen muchos debates éticos.

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Es lícito que los gobiernos velen por la salud de sus ciudadanos y hagan acopio de vacunas, pero la mayoría de los países ricos han comprado muchas más dosis de las necesarias. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, anunciaba en febrero que el Estado había adquirido 136 millones de dosis, pese a no llegar a los 45 millones de habitantes.

Y esta ha sido una constante en todo Occidente. De este modo, la India produce las vacunas que se administrarán en países ricos y solo ha podido vacunar con una dosis a menos del 10% de sus 1.366 millones de habitantes.

Cometeremos un error si dejamos al margen de la inmunización al llamado tercer mundo. Estamos ante una pandemia global.

El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, denunciaba recientemente el acaparamiento de dosis y recordaba a los países ricos que, aunque sea por su propio interés, tienen que implicarse y ayudar a que las vacunas lleguen a los países menos favorecidos para que el virus deje de circular, porque solo cuando se alcance la inmunidad de rebaño a nivel global podrá darse por controlada la situación epidemiológica. También surgen voces que piden la suspensión temporal de las patentes.

Para quienes les parezca descabellado, solo hay que recordar que la vacuna que logró erradicar la poliomielitis se dejó sin patentar para que llegara a todo el mundo. .

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