EDITORIAL
Utilizar vidas con objetivos políticos
La atención a un dirigente del Frente Polisario, aquejado de coronavirus, en un hospital de Logroño ha sido el detonante de la enésima crisis entre Marruecos y España, que en este caso se ha traducido en la entrada ilegal de hasta ocho mil inmigrantes ilegales en Ceuta, entre los que había numerosos menores y que representan el diez por ciento de la población que quedó desbordada y sumida en el caos con un imponente despliegue de las fuerzas de seguridad que intentaban devolver a la frontera marroquí a los inmigrantes. La embajadora marroquí apuntaba que en las relaciones entre países hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir para justificar la respuesta marroquí de permitir o incentivar este tráfico humano como represalia por la atención al dirigente del Frente Polisario, pero hay más cuestiones para explicar este nuevo chantaje marroquí, que no duda en poner en peligro vidas humanas, incluso de niños, para conseguir determinados objetivos, y hay que recordar el apoyo de Trump a las reivindicaciones marroquíes sobre el Sáhara, la situación bélica en Oriente Próximo que realza el papel estratégico de Marruecos, la crisis provocada por la pandemia que ha hundido aún más la economía de la zona e incluso la aparente debilidad del Gobierno de Sánchez con el trasfondo de la permanente reivindicación territorial de Marruecos sobre las ciudades de Ceuta y Melilla.
Si a esto añadimos la presión migratoria que vuelve a crecer pese a la Covid y la exigencia de más ayudas económicas de Marruecos para actuar de dique ante la inmigración africana, repitiendo el esquema que ya aplicó Turquía en su momento, se completa el esquema que ha producido este aluvión de inmigrantes en Ceuta con la complacencia de las autoridades marroquíes, que se aprovechan de su situación geoestratégica y de la necesidad que tiene Europa de frenar de alguna manera la inmigración africana. No debería ser una sorpresa este nuevo chantaje marroquí porque todos los gobiernos españoles han tenido históricamente problemas con Marruecos, antes y después de la Marcha Verde, y desde siempre se ha considerado que desde el sur pueden llegar los principales riesgos para la seguridad y por esto sorprende que haya cogido desprevenido al Gobierno de Sánchez y a la misma Unión Europea, que años después de los problemas con Turquía sigue sin diseñar una política migratoria común que afronte estos problemas.
Y aún sorprende más que estos riesgos lleguen de un país al que se sigue considerando “socio y amigo” según la terminología diplomática al uso y al que este mismo martes se concedió una ayuda de 30 millones para controlar la inmigración irregular. Debe ser que quieren más, pero es lamentable que se utilice la vida de personas, que un régimen dictatorial como el marroquí se aproveche de su desesperación y que Europa no busque soluciones.