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Ni todos los migrantes son temporeros ni todos los temporeros son migrantes. Hace demasiados años que una triste realidad social se utiliza como arma política en las comarcas de Lleida y daña la imagen de su principal motor económico, la agricultura.

No se puede negar la evidencia de que hay gente durmiendo en las calles o malviviendo en condiciones insalubres, pero confundir a la opinión pública señalando al sector agrario como responsable de esta situación ni es justo ni es veraz. El convenio del campo obliga a los agricultores a ofrecer un alojamiento digno a los temporeros que tengan fijada la residencia a más de 75 kilómetros del lugar de trabajo.

Este alojamiento se financia descontando un 10% del salario al temporero que no disponga de un lugar para vivir. Las cifras avalan que, mayoritariamente, las normas se cumplen e Inspección de Trabajo de Lleida solo levantó el verano pasado catorce actas de infracción en el marco de la campaña de la fruta en las comarcas del Segrià, Les Garrigues, el Pla d’Urgell, la Noguera y el Urgell, principalmente por contratación irregular.

Entonces, ¿por qué hay tanta gente durmiendo en la calle? Los sindicatos agrarios reiteran que no se puede calificar de temporeros a quienes llegan a Lleida sin la documentación en regla y, por lo tanto, sin ninguna posibilidad de obtener un contrato de trabajo. La situación podría agravarse este año, ya que las heladas de la primavera han diezmado la producción y se van a necesitar entre 22.000 y 25.000 empleados, menos que otros años.

Y, en este contexto, parte del barrio de Pardinyes se rebela contra la construcción de un albergue largamente reivindicado para acabar con los asentamientos ilegales en Camps Elisis o el Barri Antic y dar una solución a estos centenares de personas que llegan a Lleida atraídas por la perspectiva de encontrar trabajo en la fruta y se dan de bruces con la realidad. .

En el 80% de los casos, los temporeros forman parte de cuadrillas estables que repiten año tras año, lo que hace que a menudo se establezca un vínculo casi familiar con los payeses que los contratan. Y es que los temporeros son imprescindibles en un sector frutícola cada vez más industrializado, que esta campaña, pese a la reducción de mano de obra, pagará 184 millones en concepto de salarios.

Mientras, la vacunación con Janssen (de una sola dosis) avanza a buen ritmo, lo que hace prever que, desde un punto de vista epidemiológico, la campaña de la fruta no supondrá una presión añadida sobre el estresado sector sanitario, como ocurrió el pasado verano. Tanto los temporeros como los agricultores y los alcaldes ven con buenos ojos la iniciativa y esperan que este verano sea más tranquilo después del segundo confinamiento que sufrieron en julio de 2020 Lleida y seis pueblos del Baix Segre.

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