EDITORIAL
Cambio de hábitos para ahorrar con la luz
A partir de hoy cambia por enésima vez el sistema de tarifas eléctricas que pagamos los ciudadanos, pero nada apunta a que seamos capaces de descifrar el jeroglífico al que nos tienen acostumbrados con el recibo de la luz las eléctricas y el mismo Gobierno. Lo más significativo del nuevo sistema es que se establecen tres franjas horarias, punta, normal y valle, en las que cambiará el precio de la energía y también se podrá adaptar la potencia contratada para horas valle, a partir de las doce de la noche y fines de semana, en que hay menos consumo, y las horas punta, de las 10 a las 14 horas y de las 18 a las 22 de los días laborales, que son las de más consumo y, por tanto, las más caras.
También el precio por kilovatio cambiará según estas franjas y el impacto en el recibo final dependerá de los momentos en que se consuma la electricidad y del ajuste que se haga en la contratación de potencia, algo que depende de cada consumidor y que, en caso de ser ajustada, puede provocar saltos en el interruptor de control de potencia, y que si es holgada puede traducirse en un incremento del recibo. Lo fundamental del cambio es que obliga al consumidor a un cambio de hábitos si quiere reducir su recibo, de forma que ya se recomienda planchar o poner lavadoras a partir de las doce de la noche, en que empiezan las horas valle, o dejarlo para el fin de semana.
Calculan los expertos que utilizar de esta manera la segmentación horaria para el consumo y la contratación de potencia puede suponer un ahorro para el consumidor en torno a los 300 euros anuales y como norma general pagarán menos de lo que pagaban los que tengan consumos bajos, mientras que subirá en quienes tengan consumos elevados porque el kilovatio por hora punta será nueve céntimos más caro. Estamos hablando del coste de la energía que sube y baja en función del tipo de centrales que están produciendo y de la demanda existente y representa una parte mínima del recibo de la luz, un 24 por ciento, porque el resto de lo que pagamos corresponde a impuestos, un 21 por ciento de IVA, más un 5,112 del impuesto de la electricidad, el margen de comercialización y las tarifas de acceso en los que se incluyen los peajes por el transporte de la electricidad hasta los hogares y los cargos del sistema eléctrico que reflejan las primas a las renovables, los costes de cogeneración y las compensaciones por el déficit tarifario, que son conceptos fijos marcados por el Gobierno y que representan más de la mitad de lo que pagamos.
Es decir que la posible rebaja anunciada con el nuevo recibo, cifrada en un 3,4 por ciento, apenas afecta a la cuarta parte de lo que pagamos mensualmente y obligará a un significativo cambio de hábitos que no en todos los hogares se podrá asumir. Y entra en vigor justo el día en que se ha sabido que en el mes de mayo hemos pagado el recibo más caro de la historia, después de tres meses de subidas.
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