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La pandemia de la Covid ha afectado especialmente a nivel económico al sector de la hostelería y el turismo, debido a las restricciones e incluso a los cierres temporales impuestos a los establecimientos del sector. Pero como suele decirse, toda crisis abre una oportunidad, y la imposibilidad de viajar a otros países e incluso a otras comunidades del Estado ha hecho que muchas personas hayan descubierto el turismo de proximidad vinculado a la naturaleza, que es el que ofrece Lleida y, muy especialmente, el Pirineo.

Los pasados meses de julio y agosto, cuando las restricciones se relajaron un tanto tras el primer estado de alarma, las comarcas de montaña recibieron un récord de 220.167 visitantes, un 9,5% más que en 2019, cuando no había ninguna traba para viajar. Y este verano, todo apunta que los registros volverán a ser muy buenos.

Tal como damos cuenta en nuestra edición de hoy, los hoteles y los bungalows ya rozan el lleno para la primera quincena de agosto, y los campings y las casas de turismo rural también prevén una buena campaña, al igual que las empresas de deportes de aventura. Ahora, lo que hay que hacer es aprovechar esta coyuntura para fidelizar a los nuevos clientes e intentar que sus visitas no se limiten únicamente al verano, sino que tengan alicientes para venir los fines de semana o puentes festivos de diferentes épocas del año.

Por eso sería bueno articular una oferta que integre naturaleza, gastronomía, patrimonio, actividades deportivas, culturales y de ocio a nivel territorial, comarcal y local. Y no solo a través de una promoción global, como viene haciendo desde hace muchos años el Patronato de Turismo de la Diputación, sino con medidas concretas, siguiendo modelos como el del Tren del Llacs, que incluye diversas actividades en municipios de su recorrido.

Así, hay que preguntarse si no sería posible que comprar una entrada para el románico de la Vall del Boí comportara una rebaja para visitar la Seu Vella si se hace en un determinado plazo de tiempo, o a la inversa, y lo mismo para otros monumentos, como los castillos de Llordà y Mur o el monasterio de Gerri de la Sal, por poner tres ejemplos. O bien que hubiera packs que incluyeran este tipo de visita y el almuerzo o cena en restaurantes que ofrecen comida basada en productos locales.

Hay que seguir trabajando para conseguir que el auge del turismo de proximidad no sea una moda pasajera impulsada por la Covid, sin renunciar además a captar a visitantes del extranjero. Ahora bien, hay que ser conscientes de que este tipo de oferta es incompatible con un turismo masificado como el que predomina en la costa catalana.

Por eso hay que aplaudir que se implanten medidas para evitar que haya aglomeraciones en determinadas zonas naturales, como sucedió el pasado verano, cuando llegaron a formarse colas para acceder a la cima de la Pica d’Estats..

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