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Hace un año fue el burofax de Messi al club explicando su intención de dejar el club y el jueves fue el comunicado del FC Barcelona anunciando que el mejor futbolista del mundo se desligaba de la entidad. En medio, todo un culebrón de negociaciones con tiras y aflojas, rumores que llegaban de Manchester o de París, unas elecciones en el Barça que propiciaron el retorno de Laporta, con la promesa que “con un asadito arreglaría lo de Messi”, la constatación posterior de que las cuentas estaban mucho peor de lo que se temía, intentos desesperados de rebajar la masa salarial y de traspasar jugadores para poder asumir el contrato de Messi, anuncios de que se había conseguido el acuerdo con un contrato largo que rebajaba el sueldo el primer año para ir subiendo en los posteriores y que aseguraba la vinculación del futbolista con el Barça y ruptura final a una semana de empezar la Liga. Un final abrupto y sin grandeza que no merecía el jugador que le ha dado más laureles al mejor Barça de la historia.

Veintiún años de relación con 10 Ligas, 4 Ligas de Campeones o 7 Copas del Rey entre los 35 títulos que ha ganado el Barça con el jugador que ha obtenido más Balones y más Botas de Oro, seis en los dos casos, merecían una mejor despedida acorde con el fútbol que nos ha brindado, un final que no se sustancie en la frialdad del comunicado y un remate a una etapa histórica con más emoción y épica. Lo que dejó claro ayer el presidente Laporta es que no hay vuelta atrás y aunque tiene razón en que las instituciones están por encima de las personas y que el Barça es más grande que Messi, también hay que reconocer que son las personas las que hacen grande las instituciones y que con Messi el Barça ha sido mucho mejor que en cualquier otro momento de su historia. La responsabilidad de esta ruptura es amplia y compartida: la herencia económica es desastrosa con una carga salarial que supera los ingresos, que es responsabilidad de Bartomeu pero que también debía ser conocida por Laporta que desde su elección ha alimentado falsas esperanzas, también hay que mirar a la Liga Profesional y a su presidente que han mostrado una inflexibilidad con los topes salariales que revelaba las ganas ocultas de que Messi no renovara, también hay que mirar al jugador que había cobrado 138 millones el último año y rebajaba a la mitad sus pretensiones a cambio de un contrato de cinco años que tampoco ha sido aceptado.

Y por último, la misma estructura del fútbol profesional absolutamente sobrevalorado que no ha querido enterarse de la crisis generada por la pandemia, y que ha perdido ingresos sin que muchos futbolistas hayan aceptado una rebaja proporcional de ficha. Ahora, ha llegado un fondo con una lluvia de millones a cambio del 10 por ciento del negocio, pero lo cierto es que el fútbol español pierde a sus figuras y corre el riesgo de acabar hipotecado..

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