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Los leridanos pueden desde esta pasada medianoche circular por la autopista AP-2 sin pagar el peaje al que se han visto obligados en los últimos 44 años. Ya decíamos ayer el agravio comparativo que ha supuesto para las comarcas de Ponent que su vía de acceso más rápida a Tarragona y Zaragoza haya sido de pago en las últimas cuatro décadas, lo que ha supuesto un sinfín de inconvenientes, tanto económicos como sociales para nuestra conexión con el puerto de Tarragona y comarcas limítrofes, sin olvidar evidentemente las vidas que se han quedado en la N-240. El gobierno central levantó por fin las barreras de una autopista más que amortizada por la concesionaria.

Estamos completamente de acuerdo con la ministra de Transportes en que este modelo está totalmente caducado y que es necesario abrir un debate de cómo ha de pagarse la conservación, mantenimiento y servicios. Pero una vez los peajes históricos de Catalunya llegan a su fin, conviene que además de acordar cómo se financiarán a partir de ahora, se ponga sobre la mesa la necesidad de que las infraestructuras no sean solo ejes de paso, sino elementos vertebradores y enriquecedores del territorio. Lleida lleva muchos años con déficits endémicos de comunicaciones, tanto en la montaña como en el llano; sin cercanías ferroviarias modernas, ni en la línea de Manresa ni de la costa, y hasta la conexión principal con Barcelona, la autovía A-2, costó un calvario acabarla.

Esta nueva carretera rápida libre de peaje que hoy se estrena debe convertirse en una oportunidad de progreso y seguridad. Todas las administraciones deben comprometerse a ello.Afganistán y OccidenteEl 11 de septiembre de 2001 condujo a la guerra más larga que haya protagonizado EEUU en la historia. El atentado a las Torres Gemelas, el avión que se estrelló contra el Pentágono y el que se estrelló en un campo de Pennsylvania desataron el nacionalismo estadounidense, aletargado tras perder la guerra de Vietnam, que costó la vida a 60.000 norteamericanos e hirió a otros 300.000.

El integrismo islámico volvió a despertar los tambores de guerra, pero primero Trump y ahora Biden han llegado a la conclusión de que los costes de la intervención en Afganistán eran mayores que los beneficios, tanto económicos como en vidas estadounidenses, y han dejado el país en manos de los talibanes. Corresponde ahora a la ONU y a todos los países del mundo comprometidos con la democracia, EEUU entre ellos, el obligar a estos guerrilleros de la fe a cumplir el mínimo respeto a las libertades y los derechos humanos para cualquier interlocución con la comunidad internacional. Cualquier pacto o cesión a este régimen integrista sería una vergüenza.

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