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Una mujer de 78 años que fue arrollada por un patinete eléctrico el pasado martes en la avenida Catalunya se ha convertido en la primera víctima mortal de los llamados Vehículos de Movilidad Personal en Lleida al fallecer el miércoles a consecuencia de las heridas sufridas.

En España, el informe Mapfre recoge que durante el pasado año tuvieron que lamentarse seis fallecimientos en accidentes con este tipo de vehículos, cuya circulación ha aumentado progresivamente, y lo más significativo es que el número de accidentes aumentó en ese ejercicio en un 36 por ciento, aunque solo se recogen los casos mediáticos porque no hay un registro oficial de datos de siniestralidad, y afortunadamente la mayoría de accidentes son leves. Pero sí hay una percepción de que estamos ante un problema nuevo, porque la proliferación de estos vehículos por nuestras ciudades representa un nuevo factor de riesgo que afecta especialmente a los peatones, y al sector más frágil.

Desde noviembre del año pasado está vigente una modificación del reglamento de vehículos que marca un límite de velocidad en 25 kilómetros por hora, la obligatoriedad del casco, su circulación por carriles bici y calzadas y no por aceras y la prohibición de circular más de una persona en cada vehículo, pero la mejor prueba de que no se conoce suficientemente la normativa es que solo en lo que llevamos de año la Guardia Urbana de Lleida ha impuesto 370 multas por infracciones con estos vehículos de movilidad personal, pese a que no están aplicando el reglamento con rigidez y prefieren apostar por la pedagogía.

En cualquier caso, sigue sin regularse la implantación de un seguro obligatorio, que ya está vigente en Francia, y la posibilidad de exigir un certificado de circulación para habilitar su uso. La realidad, una vez más, va por delante de las normas.

Y evidentemente, no se trata de criminalizar a los patinetes, que representan una alternativa a la saturación de vehículos, a la contaminación y que ayudan a la racionalización de tráfico en una ciudad como Lleida, donde son una forma eficiente de desplazamiento, pero sí hay que exigir prudencia y respeto a las normas para evitar como sucede en algunas grandes ciudades que las calzadas e incluso las aceras se conviertan en una jungla en la que salen perdiendo los más débiles frente a los más fuertes. 

La alternativa de Correos Hay que aplaudir la iniciativa de Correos de instalar cajeros automáticos en pueblos que se han quedado sin oficina bancaria.

De momento, será en diez pueblos de Lleida y en 1.800 municipios de todo el Estado y es una buena forma de combatir la exclusión financiera que padecen y ofrecer unos servicios mínimos. Ojalá que la iniciativa se extienda.

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