EDITORIAL
Anorexia, otra secuela más del coronavirus
Poco a poco vamos viendo cómo la pandemia de coronavirus remite, aunque deberemos esperar dos semanas para saber si la reapertura del ocio nocturno (que ha conllevado un notable olvido del uso de la mascarilla) tiene algún tipo de consecuencias negativas. Los contagios van a la baja, la cifra de ingresados va reduciéndose paulatinamente y la vacunación sigue adelante, de forma lenta pero sin pausa. Pero si la evolución epidemiológica puede decirse que va en franca mejoría, las otras secuelas que nos ha dejado este año y medio empiezan a aflorar con fuerza.
Ayer dábamos cuenta de que la pandemia ha conllevado un notable aumento de las enfermedades mentales entre la población. La atención a este tipo de dolencias, con la depresión a la cabeza, ha crecido exponencialmente en los últimos meses y las urgencias psiquiátricas siguen la misma línea. Y a este tipo de patologías hoy le sumamos los trastornos alimentarios, entre ellos y de forma destacada la anorexia.
Porque hoy nos hacemos eco de la actividad al respecto del hospital Santa Maria de Lleida, que arroja unos datos más que preocupantes. Así, y según la Unidad de Trastornos del Comportamiento Alimentario del citado centro, en lo que va de año han detectado un aumento del 30 por ciento de pacientes con este tipo de problemas (casi 400 en total), la mayoría del grupo de edad de más riesgo, de 12 a 21 años. El aislamiento, la incertidumbre por todo lo que comportó la llegada de la Covid y el largo confinamiento paralelo, la angustia y la frustración hicieron aumentar estos trastornos, factores a los que cabe añadir la influencia de las redes sociales.
Y es que, durante las largas semanas que tuvimos que quedarnos encerrados en casa, una de las ventanas que nos quedaron abiertas fueron precisamente las redes sociales. Los mensajes para tener cuidado del cuerpo, para evitar un aumento de peso o para hacer deporte, muchas veces por encima de nuestras posibilidades, hicieron mella especialmente entre las personas más vulnerables y con baja autoestima comportándoles graves consecuencias para su bienestar. Incluso Instagram llegó a reconocer que esta plataforma puede ser tóxica para las jóvenes adolescentes según un informe de la propia Facebook, que hasta hace poco decía lo contrario en público, y asumió que la red social genera problemas de salud, aumenta la ansiedad y hace sentirse menos valioso.
Así las cosas y teniendo en cuenta que, según los últimos informes, los menores de edad españoles son los que más incrementaron el uso diario de la app en el último año pasando de 69 a 100 minutos al día, es necesario un control, ya sea parental, de amigos o en los centros docentes, para evitar esta dependencia altamente nociva. La realidad paralela que nos presentan en muchas ocasiones las redes distorsiona la verdadera realidad, que pasa a un peligroso segundo plano..