EDITORIAL
Diez años del fin de ETA
Mañana se cumplen diez años del anuncio del “cese definitivo de la actividad armada” que hicieron unos portavoces encapuchados de ETA después de 53 años de violencia terrorista que causaron 853 víctimas mortales, más de 2.500 heridos, infinidad de dolor y una sociedad vasca dividida y enfrentada. Se acogió el anuncio con prudencia, por temor a que hubiera escisiones y que, como ha sucedido con otros grupos terroristas y con la misma ETA, alguna fracción continuara con los atentados, pero desde el primer momento el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, insistió en que parecía un anuncio serio y verosímil que llegaba sin ninguna contrapartida desde el Estado. El tiempo lo ha confirmado y, diez años después, ETA es un mal recuerdo, las heridas abiertas en los pueblos vascos van cicatrizando aunque permanezca el dolor y el recuerdo de las víctimas y la sociedad vasca con la llegada de la paz vive un periodo de franca recuperación económica y cultural.
Coincidiendo con la efeméride, que no fue valorada en su momento por la derecha escéptica, que dudaba de la fiabilidad del anuncio y también por negarle méritos a Zapatero, llegó ayer el mensaje del líder de EH Bildu, donde se agrupa la izquierda abertzale vasca, Arnaldo Otegi, en el que rompe con el pasado de ETA, lamenta el dolor causado que nunca hubiera debido producirse y expresa “de corazón” su pesar y su sentimiento por el sufrimiento causado a las víctimas. Es un paso más hacia la normalización política del País Vasco, donde Bildu lleva años gobernando en ayuntamientos y participa en las instituciones, y también hacia la reconciliación de los vascos. Las reacciones, como siempre, han sido dispares y van desde el PP, que se mantiene en sus tesis de que Otegi se ríe de las víctimas y es una lacra para la democracia, a los partidos del gobierno, que ven en el mensaje un gesto positivo y un avance, mientras que el PNV lo calificó como “un paso corto e insuficiente porque hay omisiones al no hacer referencia a quienes dieron cobertura a la violencia”.
Y son buenas estas discrepancias porque reflejan la pluralidad existente en cualquier sociedad y que, después de lustros de plomo y muertos, ahora hay debate pacífico, se expresan las voluntades en las urnas y no con tiros en la nuca y gobierna quien consigue el apoyo de los ciudadanos y las mayorías necesarias. Aún costará superar la brecha abierta durante años, que algunos pierdan el miedo y que el perdón sea generalizado, pero hemos avanzado muchísimo: los atentados y los funerales ya no marcan la agenda política y social, se ha vuelto a demostrar por enésima vez que con la violencia no se consigue nada porque solo sirve para multiplicar el dolor y el enfrentamiento y que con diálogo y tolerancia, las sociedades pueden avanzar y alcanzar los objetivos que marquen sus ciudadanos en las urnas.