EDITORIAL
El club de los errores y los horrores
La acusación de deslealtad institucional por parte de la Paeria, que ha desmentido todos y cada uno de los puntos del comunicado hecho público por el Lleida Esportiu tras una reunión el jueves, es el penúltimo hito de una cadena de tropelías que superan cualquier esperpento y moverían al sarcasmo si no fuera porque se está jugando con la dignidad de los futbolistas y porque quien sale más perjudicada es la imagen del club, que teóricamente debería representar la ciudad o al menos lleva su nombre. Tras la liquidación de la Unió Esportiva Lleida después de 72 años de historia, recogió el testigo el Lleida Esportiu, propiedad de los hermanos Esteve, que en apenas diez años ha acumulado una deuda con la Agencia Tributaria de 1,6 millones de euros, que provocó una querella de la fiscalía de Lleida admitida a trámite el año pasado y el registro de las instalaciones por agentes de la Guardia Civil y funcionarios de la inspección de Trabajo a primeros de este mes. También se han acumulado deudas con proveedores, como la empresa de mantenimiento del césped, y las instituciones leridanas, Paeria y Diputación, han congelado las ayudas que anualmente concedían.
Tampoco cobraron algunos exjugadores, que denunciaron ácidamente su situación en las redes sociales, hubo enfrentamientos con los entrenadores del fútbol base y también con las peñas, que llegaron a hacer una huelga en 2015 en apoyo a los jugadores a los que se recortaba el sueldo. Deportivamente, hemos pasado de jugar play offs de ascenso al inicio de la década a jugar en la cuarta categoría española y figurar quintos por la cola con solo un partido ganado con los jugadores desmoralizados, la afición indignada y el palco vacío porque los Esteve ni siquiera dieron la cara el pasado domingo. Pero la situación aún ha empeorado esta semana con la denuncia de que nueve jugadores fueron desahuciados de su piso, de que se falsificaban firmas de jugadores, de supuesta duplicidad de contratos, acusaciones de que se pagaba en negro e incluso un jugador ha tenido que recurrir a los servicios sociales y a la caridad de sus amigos.
Una situación tan penosa como vergonzosa que no se puede admitir ni humana ni deportivamente porque además quienes la han propiciado están utilizando unas instalaciones públicas. Tras la reunión del viernes, en la que el Lleida Esportiu insinuaba que esperan que la Paeria les facilitara posibles compradores dando a entender que están dispuestos a vender, el ayuntamiento ya ha advertido que revisará el convenio por el que le cede el estadio si en un plazo de tres semanas no cumple con todas sus obligaciones. Un ultimátum similar ha llegado del sindicato de futbolistas, que avisa de que, si continúan los impagos, el club no acabará la temporada y la misma Federación debería hacer algo para evitar el deterioro de su imagen, de la ciudad y del deporte.