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El patio del colegio y la ‘escola bressol’ de Vinaixa, en octubre de 2019 tras el paso del temporal Dana.

El patio del colegio y la ‘escola bressol’ de Vinaixa, en octubre de 2019 tras el paso del temporal Dana.MAITE MONNÉ

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Incluso si en Occidente todos nos volviéramos veganos mañana y no nos moviéramos de casa, eso no detendría la catástrofe planetaria, asegura Philipp Blom, autor de Lo que está en juego, uno de los libros de referencia sobre la situación mundial ante el cambio climático. Desde ayer y hasta el 12 de noviembre los líderes mundiales se reúnen en Glasgow para darse una oportunidad para salvar el planeta. China y Rusia no están (la primera es la que vierte más CO2 en la atmósfera y, por tanto, la que más contribuye a que la Tierra acumule energía del Sol más rápido de lo que la irradia y produzca el calentamiento global), pero han mandado a uno de sus máximos expertos en el tema, lo que demuestra un cierto compromiso de colaboración.

Las esperanzas en esta cumbre son como siempre relativas, porque, si bien se hacen grandes discursos y se aceptan unos mínimos para revertir la situación, cuando llega el momento de aplicar lo acordado o de gravar a quienes no frenen el consumo de energía sucia, los gobiernos se quedan a medio camino ante el gran poder del statu quo de las economías del mundo occidental. Un avión, por poner un ejemplo sencillo, emite siete veces más CO2 que el AVE o que cualquier otro tren de alta velocidad, pero fomentar el transporte por ferrocarril y frenar el aéreo es algo que requeriría unas inversiones y un cambio en el sistema económico que ningún país puede asumir al cien por cien. Pero es evidente que no nos podemos quedar cruzados de brazos a la espera del apocalipsis planetario y es responsabilidad de los gobiernos tomar el timón del cambio de forma inmediata.

En Lleida, solo hace falta recurrir a la estadística para comprobar que cada vez llueve menos y hace más calor, que la cota de nieve sube y hay menos glaciares, que los ríos son menos caudalosos y que, cuando crecen, lo hacen a causa de temporales que provocan todo tipo de desgracias y que el esquí debe recurrir a la innivación artificial para suplir la escasez de precipitaciones. La subida del nivel del mar también es innegable en las costas catalanas y la irreversibilidad del calentamiento global nos obliga a todos a contribuir a este SOS para salvar la Tierra. La activista Greta Thunberg aseguró nada más llegar a Escocia que vamos en la dirección equivocada y que de lo acordado en París en la última cumbre del 2015, muy poco se ha aplicado para revertir el aumento de la temperatura del planeta producido por el aumento de gases de efecto invernadero.

No es fácil cambiar en unos pocos años aquello que se ha ido destruyendo en décadas, pero cada ciudadano y cada administración, desde los ayuntamientos hasta la ONU, tenemos una obligación personal y colectiva con el futuro. Movilidad, residuos, energías, industrias e incluso el ocio son parámetros que hemos de reconvertir de inmediato para asegurar el futuro de la humanidad.

El patio del colegio y la ‘escola bressol’ de Vinaixa, en octubre de 2019 tras el paso del temporal Dana.

El patio del colegio y la ‘escola bressol’ de Vinaixa, en octubre de 2019 tras el paso del temporal Dana.MAITE MONNÉ

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