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El fiscal suizo ha decidido archivar la causa que había abierto contra la examante del rey emérito, Corinna Larsen, los responsables del banco suizo y los de la fundación panameña que tramitó la cesión de cien millones de dólares de Arabia Saudí al no encontrar pruebas suficientes de corrupción y zanja el caso con una multa de 50.000 francos suizos al banco por no haber informado de la transacción al organismo suizo antiblanqueo. En una línea similar también parece que se pronunciará la fiscalía española, archivando la triple causa abierta, por las comisiones del tren a La Meca, por el uso de tarjetas opacas y por los millones que supuestamente había ocultado en el paraíso fiscal de Jersey, sin haberle citado siquiera a declarar por entender que gozaba de inmunidad en el ejercicio de sus funciones y que ya se ha acogido a las regularizaciones fiscales. Le queda a Juan Carlos un tercer frente, esta vez en el Reino Unido, donde sí está directamente acusado por su examante de acoso, con amenazas y difamaciones, y donde la justicia británica debe pronunciarse previamente sobre si el emérito gozaba o no de inmunidad.

Es el pleito más complicado que tiene abierto porque hay una acusación directa contra Juan Carlos, a diferencia de lo que sucedía en Suiza, donde los acusados eran los testaferros y no había cargos directos contra el emérito, como tampoco se han llegado a formalizar en España, tal como se apresuraron a destacar ayer desde algunos partidos y grupos afines insistiendo en que el rey emérito tenía razón y que no hay cargos contra él que le impidan regresar a España. Es cierto que no se han presentado y que jurídicamente podría regresar cuando quisiera, pero que la justicia suiza no haya encontrado pruebas de corrupción o que la española no haya querido profundizar no exoneran a Juan Carlos de sus responsabilidades políticas o sociales. Está probado que recibió cuantiosas donaciones de Arabia Saudí, que en parte fueron transferidas a su antigua amante como agradecimiento por sus servicios, ha reconocido que no cumplió con sus deberes fiscales como prueban las dos regularizaciones que ha hecho con Hacienda y también parece demostrado que tenía cuentas millonarias en otros paraísos fiscales.

Y además se fue del país sin ponerse a disposición de los investigadores, refugiándose en uno de los emiratos árabes que le había ayudado económicamente. Que no se presenten cargos contra él, aunque sea porque gozaba de una inmunidad propia de otros tiempos, no puede traducirse ni mucho menos como que ha sido víctima de una persecución mediática o política. La principal justificación de una monarquía ha de ser la ejemplaridad en su conducta y la capacidad de unir a todos los ciudadanos y es evidente que Juan Carlos no ha sido ejemplar.

Se lo recordó su propio hijo cuando decidió romper amarras para salvar la institución. .

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