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El conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, anunció ayer la destitución del mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero, y el nombramiento al frente de la policía autonómica catalana del comisario Josep Maria Estela, leridano que hasta ahora estaba al frente de la región policial de Tarragona. La justificación oficial es que se quiere buscar un nuevo liderazgo para los mossos, prescindiendo del hiperliderazgo de Trapero, para apostar por una dirección más colectiva y el mismo Estela en sus primeras declaraciones anunció que quiere cambiar la primera persona del singular por la primera del plural en las decisiones sobre el cuerpo policial. Está en su derecho el conseller de relevar a sus cargos de confianza, pero es evidente que en la decisión hay un trasfondo político y también una pérdida de confianza de todo el sector independentista en la persona y la gestión de Trapero, que se había convertido en una figura incómoda para el gobierno catalán tras sus declaraciones en el juicio, del que salió absuelto, explicando que tenía un plan para detener al presidente y al vicepresidente de la Generalitat si salía adelante el proceso independentista.

Trapero, sobre cuya profesionalidad como policía nadie puede plantear ninguna duda, se había convertido en algo parecido a un héroe del cuerpo tras su gestión en los atentados del 17 de agosto y en la consulta del 1 de octubre donde llegó a enfrentarse con mandos de la Guardia Civil. Su actuación le costó ser destituido con la aplicación del artículo 155 y la apertura de un juicio por sedición y desobediencia por alinearse con el gobierno de Puigdemont, según la acusación de Fiscalía. Sus brillantes declaraciones, primero ante el Supremo y después en la Audiencia Nacional, donde criticó la actuación de la Guardia Civil y defendió la profesionalidad de los mossos y el respeto a la legalidad, multiplicaron su prestigio, pero también alimentaron dudas entre los sectores independentistas que le reprocharon los planes para detener al president.

Tras su absolución, en noviembre del año pasado fue restituido en su cargo, pero más por restaurar la normalidad anterior al 155 que por afinidad, algo que se ha ido acentuando durante este año donde ha buscado un perfil más discreto, alejado de los políticos que gobernaban y centrado en acentuar la profesionalidad y la independencia de los mossos. Su relevo solo era cuestión de tiempo y más teniendo en cuenta las críticas que desde el independentismo más radical han lanzado a los mossos y el paulatino distanciamiento de Trapero con la actual cúpula de Interior, y como resaltaban ayer desde la oposición “el PP y su brazo judicial intentaron cargarse al mayor Trapero sin conseguirlo y quien finalmente lo ha hecho es el gobierno catalán”. Para unos seguirá siendo un héroe mientras otros le colgaron el cartel de traidor, pero lo que nadie podrá negarle es que ha sido y es un buen policía.

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