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Tal como era de temer a la vista de la evolución de la pandemia con un incremento del cien por cien en las últimas semanas y el récord de contagios que se registró el lunes con 12.000 positivos, la Generalitat ha decidido volver a las restricciones duras con toque de queda, cierre del ocio nocturno, límites de aforo en la hostelería y tope de diez personas en las reuniones familiares. Es todo un regreso al pasado cuando se había empezado a volver a la normalidad, cuando se anunciaban unas fiestas navideñas sin mayores restricciones y cuando se pensaba que con la vacunación masiva sería suficiente. No ha sido así y la situación vuelve a estar complicada, tanto desde el punto de vista sanitario con aumento de la presión hospitalaria y sobre todo saturación en la atención primaria, como en lo que respecta a la velocidad de propagación del virus si se mantenían las circunstancias vigentes.

Cabe preguntarse si se ha tardado demasiado en tomar medidas a la vista de como evolucionaba la pandemia y por qué se ha esperado a cuatro días antes de Navidad cuando las familias y la hostelería ya habían hecho sus compras y sus previsiones o por qué han tenido que ser los padres los que preventivamente dejaran de llevar los niños a las escuelas y adelantaran las vacaciones ante el riesgo evidente de contagio. Paralelamente, también habría que preguntarse si las medidas aprobadas son realmente las más eficaces o si hubiera sido más efectivo generalizar el uso del pasaporte Covid para todas las actividades y no solo para la hostelería o intensificar la campaña de vacunación, que con la tercera dosis ha llevado un ritmo más lento, probablemente por el relajamiento o el cansancio de la población, pero también por cuestiones logísticas y organizativas. Hay opiniones para todos los gustos porque nadie tiene la varita mágica para resolver el problema, pero da la impresión de que con cada oleada se va repitiendo la historia: restricciones, descenso de casos, recuperación paulatina, vuelta a una relativa normalidad con mucha interacción y concentraciones masivas y vuelta a caer en una nueva ola de contagios y de nuevo a empezar.

Y ya llevamos seis olas, siete en el caso de Lleida que padecimos una añadida, sin que parezca que hayamos aprendido de los errores, culpando unos a los ciudadanos de comportamientos irresponsables y de falta de precaución, y otros a las administraciones de no tomar las medidas adecuadas, no prevenir a tiempo y facilitar la relajación. No ganaremos nada buscando culpabilidades y hay que entender que la situación se hace complicada para todos, pero sí hay que aprender de los errores para no repetirlos, reclamar a las diferentes administraciones un mínimo de coordinación y a la ciudadanía que cumpla las recomendaciones, extreme la prudencia y se cargue la paciencia. Y si no podemos celebrar las navidades, que podamos recuperarlo en Semana Santa.

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