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Finalmente serán los 63.000 vecinos mayores de 16 años de la Val d’Aran, Alta Ribagorça, los dos Pallars, Alt Urgell y Cerdanya los que decidirán en una consulta vinculante que se celebrará en primavera si quieren optar a la candidatura del Pirineu para los Juegos Olímpicos de invierno de 2030. Lo anunció la consellera de Presidencia, Laura Vilagrà, tras difundir una encuesta realizada entre 1.506 catalanes, de los que 300 eran del Pirineu y Aran, en la que una amplia mayoría, más del 74 por ciento entre los pirenaicos y el 73 por ciento en el resto de Catalunya, se muestra a favor de optar a los Juegos. Aunque la candidatura se presenta bajo la bandera Pirineos-Barcelona, se ha descartado de la consulta a los vecinos de la capital porque su peso demográfico hubiera distorsionado lo que puedan pensar en el Pirineo, pero también han quedado excluidas de la consulta comarcas como el Berguedà o el Ripollès, que también forman parte del entorno pirenaico.

De entrada, parece adecuado que se someta a consulta el proyecto y que sean los habitantes del Pirineo los que tengan la capacidad decisoria, pero habría que aclarar qué es lo que se va a votar y conocer más detalles del proyecto como las inversiones previstas y dónde se efectuarán, las infraestructuras que se van a mejorar, cuál será el peso de Barcelona y el de las comarcas pirenaicas, cómo se repartirán las pruebas, qué participación tendrán otros territorios como Andorra o Aragón, que según el COE forma parte del proyecto, qué tipo de promoción se hará del territorio, quién asume los gastos o cuál será el impacto medioambiental, entre los múltiples interrogantes que se plantearán antes de votar. De entrada, puede haber un amplio consenso en que unos Juegos Olímpicos de invierno son una excelente oportunidad de promoción turística de nuestras comarcas, también de que pueden servir para mejorar infraestructuras y equipamientos deficitarios y ayudar al desarrollo de comarcas que han padecido la despoblación y necesitan apoyos económicos e institucionales para crear empleo y rejuvenecer la población. Y también en que el Pirineo no necesita ni quiere obras faraónicas, ni mausoleos de hormigón que queden obsoletos cuando se vayan los deportistas.

Hay que aprovechar la oportunidad que ofrecen los Juegos para que el Pirineo y sus atractivos sean conocidos en todo el mundo, para potenciar un turismo de calidad y desarrollar una economía sostenible, pero no a costa de cargarnos el paisaje, de romper el equilibrio y de hipotecar el futuro. Y quienes mejor pueden decidirlo son los propios habitantes de las comarcas afectadas, los que padecen las actuales carencias y los que quieren que sus hijos tengan futuro en los pueblos donde han nacido. Para ello necesitarán más información de la que tienen en estos momentos y el proceso participativo tiene que ser exhaustivo y transparente.

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