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Las terribles consecuencias sanitarias que ha provocado la pandemia declarada hace prácticamente dos años, con 5,7 millones de muertos en todo el mundo y cerca de 400 millones de contagiados (en Lleida serían casi mil fallecidos y 128.000 los casos positivos), no se han centrado solo en las personas directamente afectadas por el virus. En esta semana que se conmemora el Día Mundial contra el Cáncer se han dado a conocer preocupantes datos de cómo la crisis sanitaria ha repercutido negativamente en el diagnóstico y tratamiento de otras enfermedades, puesto que se priorizó, como en parte es lógico, la lucha contra el virus de la Covid que ha causado estragos a todos los niveles. Así, según un informe de la Eurocámara, los primeros seis meses de la pandemia se dejaron de practicar cien millones de pruebas de detección precoz del cáncer, lo que se traduciría en un millón de casos sin diagnosticar, y uno de cada cinco pacientes afectados por tumores recibió tarde el tratamiento que requería.

Estos escalofriantes datos, trasladados a Catalunya, se traducen en que se redujo considerablemente la detección precoz a niveles inferiores incluso a los de 2019. De este modo, el pasado año se contabilizaron casi 33.000 nuevos casos, un 2,6 por ciento menos que en el citado 2019. Por suerte, la situación parece que se va normalizando a medida que la Covid va reduciendo su efecto letal pero las listas de espera para operaciones quirúrgicas no graves siguen en cotas difíciles de asumir.

Paralelamente, y ya en el caso de las comarcas de Ponent, tenemos otro hándicap en cuanto a los tratamientos oncológicos: la distancia a los centros de tratamientos especializados. En este sentido la Associació contra el Càncer ha emprendido la campaña Iguals? con la que denuncia las desigualdades a la hora de recibir la atención necesaria según se viva en un entorno rural o urbano. Un detallado informe de la AECC concluye que el código postal afecta más que el código genético para enfrentarse al cáncer; la tarjeta de crédito repercute más que la sanitaria a la hora de hacer frente a la enfermedad y que tampoco es lo mismo qué tipo de tumor se tiene: es necesario investigar más aquellos con la supervivencia baja o estancada.

Asimismo, el nivel socioeconómico es un factor de desigualdad en el cáncer y afecta en especial a pacientes que están en paro, son autónomos o cobran menos que el Salario Mínimo Interprofesional, una situación que viven el doble de mujeres que de hombres. Y hay también desigualdades que tienen que ver con el acceso a entornos saludables, al diagnóstico precoz, a tratamientos como la atención psicológica y los cuidados paliativos y a la investigación. Por todo ello es necesario redoblar esfuerzos para luchar contra unas enfermedades que, por suerte, cada vez tienen índices de supervivencia mayores gracias a la investigación y a los nuevos tratamientos.

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