EDITORIAL
Cuánta, cuánta guerra
Cuánta, cuánta guerra, como en el título de la novela de Mercè Rodoreda. La madrugada del sábado al domingo llegó exhausto a la Segarra otro grupo de refugiados. Ya son más de dos millones y medio los ucranianos que han tenido que huir de su país tras la invasión rusa, el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial.
Las muestras de solidaridad se multiplican. Guissona, con mil vecinos originarios de este país, se ha convertido en el epicentro de la ayuda, la pequeña Ucrania catalana. El alcalde, Jaume Ars, advierte que con 143 personas acogidas, esta población está llegando a su límite para atender a más refugiados, por lo que hizo un llamamiento a las poblaciones vecinas, que han respondido con más solidaridad: Biosca, Ossó de Sió, La Sentiu, Ivorra.
Las comarcas de Lleida se han volcado con la población ucraniana. La semana pasada, de hecho, ya partió desde Guissona un primer convoy de ayuda humanitaria por carretera con 1,5 toneladas de productos sanitarios, alimentación y ropa de abrigo llegados de toda la provincia. Las muestras de apoyo se suceden.
El sábado, Torrelameu hizo volar 457 farolillos, uno por cada ciudad de Ucrania, y ayer mismo, en la plaza Ricard Viñes de Lleida, se hizo una concentración para pedir el fin de la guerra. Esta es la cara del conflicto. La cruz, bombas, muerte y destrucción.
Europa insiste en la vía diplomática, pero Vladímir Putin ya dejó claro el sábado que no está por declarar un alto el fuego. Y por si había alguna duda, ayer acercó la guerra a la UE con un ataque de más de 30 misiles contra una base militar ucraniana en la región de Leópolis, a tan solo 20 kilómetros de la frontera de Polonia. Hay que lamentar, al menos, 35 muertos y 135 heridos.
Por si esto fuera poco, Ucrania denuncia que las tropas rusas abatieron a un periodista y documentalista estadounidense que había colaborado con el New York Times. Brent Renaud estaba trabajando en un proyecto global sobre refugiados en Ucrania y se suma a la larga lista de reporteros caídos en el frente. Pésimas noticias que no auguran un cese de las hostilidades a corto plazo.
La Garrafeta, en vía muerta
Lleida perderá La Garrafeta, la mítica locomotora de vapor, y una máquina eléctrica del año 1928, al no quedar sitio para ellas en las cocheras del Pla de Vilanoveta, propiedad del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif). Su destino será Móra la Nova, donde pasarán a formar parte del Museu del Ferrocarril. Sin duda, una mala noticia para los amantes del ferrocarril.
La Associació per a la Reconstrucció de Material Ferroviari (ARFM) ha tenido que renunciar a su joya de la corona. Recuerdos que quedan en vía muerta.