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Nueve meses después de la aprobación de la ley orgánica de regulación de la eutanasia, una vecina de Tàrrega ha solicitado y ha ejercido este derecho a una muerte digna al padecer una enfermedad incurable que provoca un sufrimiento constante e intolerable. El procedimiento ha seguido todos los pasos marcados por la ley especialmente garantista con una petición al médico que ayuda a la persona solicitante a analizar su situación y comprobar que se cumplen todos los requisitos. Después hay una segunda solicitud con el consentimiento informado de que conoce su situación y ratifica su decisión con plena consciencia de las consecuencias, hay una revisión por parte de otro médico sin relación con el paciente que debe corroborar el proceso que pasa a la comisión de garantías en que otro médico y un jurista revisan el caso o lo deniegan.

Y superados estos trámites, el médico responsable pacta con el paciente cómo, cuándo y dónde ejercer el derecho a morir dignamente. Es un proceso garantista en que siempre se respeta la voluntad del paciente y los dictámenes médicos y que sirve para evitar la agonía con enfermedades que causan especial sufrimiento como el caso de la ELA, que afectaba a la paciente de Tàrrega. Por doloroso que sea el proceso, evita el padecimiento de muchos enfermos terminales que ya no tienen esperanzas y se ven abocados a un final más doloroso aún.

Hasta ahora, según el departamento de Salut, se han tramitado en el tiempo de aplicación de la ley 53 peticiones de las que 28 han sido aprobadas y el resto siguen en tramitación, pero es importante que se visualice este derecho, que se practique como ha sido el caso con discreción, respeto y dignidad y que los pacientes y sus familias conozcan esta posibilidad en los casos irreversibles, en los que no hay curación posible, y en los que el único futuro es sufrimiento para el paciente y sus familiares. La muerte es inevitable, pero si se puede evitar el dolor y el padecimiento extremos, hay que respetar la opción y los derechos del paciente.

Recuperar el impulso ferial

Después del paréntesis de la pandemia y el traslado de fechas del año pasado, la Fira de Sant Josep vuelve en su 149 edición al formato tradicional con 224 expositores, un 44 por ciento más que el año pasado y la voluntad de recuperar el impulso ferial como reflejo de la vuelta a la normalidad. Es el reto en una situación complicada para el sector, que afronta una escalada de costes que no tienen repercusión en los precios agrarios y un momento complicado por el impacto de la guerra de Ucrania.

Pero el sector ha dado sobradas muestras de resiliencia, de adaptarse a las dificultades, y la Fira de Mollerussa ha de ser punta de lanza de esta recuperación.

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