EDITORIAL
El valor de la medicina rural
La Generalitat no ha decidido aún si establecerá en Tremp o La Seu d’Urgell la sede del grado de Enfermería que espera impartir en el Pirineo a partir del curso 2023-2024. Lo que sí ha comunicado a los ayuntamientos y consells es que los alumnos tendrán que repartirse entre los centros sanitarios de todas las comarcas de montaña para llevar a cabo la parte práctica de sus estudios. Estarán en hospitales, CAP e incluso residencias.
Esto se debe a que ni el hospital del Pallars ni el Sant Hospital del Alt Urgell tienen capacidad por sí solos para acoger las prácticas de los hasta 160 estudiantes que cursarán este grado a partir del cuarto año desde su implantación. Ante todo felicitarnos porque el Pirineo pueda acoger estos estudios, fundamentales para la sanidad pública, como se ha demostrado una vez más en esta pandemia, y también porque ante la falta de médicos residentes y enfermeras que quieran formarse en los hospitales de Lleida, es una excelente decisión que los estudiantes tomen contacto con la vida rural y puedan comprobar no solo la importancia de su calidad de vida sino también las oportunidades de mejora de todo el sector sanitario que su aportación puede conllevar. Ahora bien, esta buena iniciativa de poco servirá si no va acompañada de recursos que estimulen el trabajo de médicos y enfermeros en el Pirineo y, por supuesto, de los instrumentos, tanto materiales como personales para los alumnos y para los profesionales que deben formarles.
La medicina rural ha dado pasos atrás en atención personalizada a sus pacientes y es momento de potenciar la medicina comunitaria.
Freno al crecimiento
El año comenzó con una economía muy tocada por la variante ómicron, que golpeó a España más de lo que se esperaba. Esto se reflejó en el consumo de los españoles, que tras un último trimestre de 2021 bastante positivo, frenó en seco.
Los datos publicados ayer por el INE revelan que el PIB estatal creció solo un 0,3% en el primer trimestre, frente al 2,2% del anterior, sobre todo por el desplome de la demanda de los hogares, que se contrajo un 3,7% frente al crecimiento del 1,5% del trimestre anterior. Es la primera tasa negativa que registra el consumo familiar desde el primer trimestre de 2021 y más pesimista que los previstos por el Banco de España, que en su última estimación habló de un crecimiento del 0,9% para el primer trimestre. Tiempo pues de ajustes y contención, aunque el Gobierno español prevé un crecimiento del 4,31%, por encima de la media europea.
Cifras y datos a la espera de que la diplomacia mundial pueda poner fin a una guerra que amenaza a todos los sectores de la economía leridana, catalana, española y mundial.