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El Día Internacional de la Enfermería, que se celebró ayer 12 de mayo y que conmemora el nacimiento de Florence Nightingale (considerada la madre de la enfermería moderna), ha ido ganando protagonismo en los últimos años con las varias reivindicaciones de este colectivo sanitario, que alza de nuevo la voz para reiterar que no son solo los ayudantes de los médicos, ni personal sanitario a secas. Son, por reconocimiento académico, por años de servicio y experiencia, enfermeras y enfermeros. Una profesión muy vocacional al servicio de la salud pública y comunitaria que aplica la ciencia, la tecnología y la metodología terapéutica a las necesidades de los ciudadanos y sociedad en general.

En estos años de pandemia, todo lo relacionado con la medicina ha cobrado un orden prioritario porque sus profesionales han estado en primera línea luchando para diezmar la expansión y letalidad del coronavirus. Investigadores, médicos, farmacéuticas y, por supuesto, enfermeras han vivido y padecido un estrés sanitario de consecuencias todavía por determinar, al igual que los enfermos graves de Covid-19. Una vez superada la fase crítica de esta pandemia, todavía no dada por finalizada por la OMS, conviene no olvidarlo, llega el momento de debatir si el éxodo continuo de estas profesionales a otros países y el alto grado de abandono de la profesión no requieren cambios radicales para evitar que la sangría acabe perjudicando a la salud de todos, objetivo número uno de toda la rama médica.

El año pasado, como recordaba ayer en este diario la presidenta del colegio en Lleida, Mercè Porté, había en nuestras comarcas 2.483 enfermeras y enfermeros, lo que con una población de poco más de 436.000 habitantes, nos da un ratio de un profesional por cada 176 personas y en algunas comarcas con muchos kilómetros de distancia entre ellos. Es urgente, pues, que Salud afronte una radiografía del sector y tome medidas de cargas de trabajo, número de profesionales y retribuciones para que la crisis por la que atraviesa el sector no perjudique a la sanidad catalana, muy tocada ya por los recortes.Lleida, misión cumplidaPase lo que pase de aquí a final de temporada, el Lleida Esportiu puede dar por cumplida la misión de mantener el club, ponerse al día de pago, dejar de avergonzar a la ciudad con las trampas deportivas y económicas de la anterior directiva, y con la puerta abierta hasta el último segundo de seguir subiendo peldaños para devolver al equipo a las categorías principales del fútbol español y de la Liga que Lleida merece. Vaya pues nuestra felicitación a jugadores, cuerpo técnico y a los nuevos responsables del club.

I a seguir soñando.

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