SEGRE

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El Aplec del Caragol es la fiesta popular por excelencia de la ciudad de Lleida. La organización corre a cargo de las propias colles, coordinadas por su federación, la Fecoll, y además de las 13.500 personas que forman parte de las mismas, a lo largo del fin de semana congrega a muchas más decenas de miles, lo que hace que sea el evento más multitudinario que se celebra en la capital. La rápida transformación en una fiesta masiva de la primera caracolada que un grupo de amigos organizó en el desaparecido choperal del río Segre en 1980 sorprendió a propios y extraños y también generó –como apuntaba ayer Marc Cerón en su artículo semanal en este diario– dos visiones contrapuestas: los entusiastas de la misma y los que consideraban que era una celebración más bien chabacana en la que no tenían ningún interés en participar.

A principios de la década de los noventa hubo un doble cambio importante. Uno fue el traslado del Aplec al recinto ferial de los Camps Elisis, que comportó una notable mejora de los servicios disponibles, de las instalaciones necesarias para preparar y dar cuenta de los ágapes y para celebrar los distintos actos lúdicos. El otro, la apuesta por la organización de diferentes actividades culturales en los días previos, a las que desde hace unos años se le ha sumado el Caragol Tour, que difunde el evento en otras ciudades.

Es muy positivo que la Fecoll y las colles contribuyan a enriquecer la vida cultural y que el Aplec también sirva para vender la ciudad en el resto de Catalunya, del Estado e incluso en otros países. Hay que seguir perseverando en este camino, pero, al margen de ello, no hay que perder de vista que el mayor valor del Aplec es precisamente su carácter popular y ser una fiesta abierta a la participación de todos teniendo como núcleo a los miembros de cada peña, que a su vez constituyen un espacio de convivencia y de diversión. Su éxito es una muestra de la vitalidad de la sociedad civil y debemos congratularnos por ello.

Puerta a puerta e incivismoEl ayuntamiento de Lleida puso en marcha en 2018 la recogida de la basura puerta a puerta en Ciutat Jardí. Hace un año, la extendió a parte de Pardinyes y de Balàfia, donde la mayoría de los vecinos viven en bloques de pisos y no en casas unifamiliares. Lo hizo en plenas restricciones por la pandemia y la información previa fue muy reducida, aspecto que después no ha subsanado.

Ahora bien, esto no puede ser usado como excusa por los ciudadanos que dejan bolsas de basura y residuos en la calle junto a los contenedores, lo que también sucede en barrios sin puerta a puerta. Es incivismo, y hay que apelar a la responsabilidad de todos para evitarlo.

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