EDITORIAL
Algo falla en la base de la sanidad pública
La asignación de plazas de formación de Médicos Internos Residentes finalizó el viernes con un varapalo para Medicina de Familia en Lleida, en toda Catalunya y, en menor medida, en el resto del Estado. En Lleida quedaron desiertas 10 de las 16 plazas (62%); en Catalunya, 71 de 370 (20%), y en España, 200 de 2.336 (8%). No se trata de que las plazas totales de MIR de todas las especialidades sean más que el número de los graduados en Medicina que aprobaron el examen, sino que parte de estos han renunciado a iniciar la formación este año porque no quieren ser médicos de cabecera y los destinos que sí querían escoger ya estaban copados por los que tenían mejor nota.
Se da la circunstancia de que en Catalunya el departamento de Salud ofrecía este año un plus salarial anual de 9.000 euros para los que eligieran una plaza MIR de Medicina de Familia en las provincias de Lleida, Tarragona y Girona, 5.000 para los que lo hicieran en el área metropolitana de Barcelona y 7.000 para el resto de la provincia de Barcelona. A la hora de la verdad, esta medida ha pesado mucho menos que la percepción, no ya entre la población en general, sino entre los propios profesionales, de que las condiciones de trabajo en los Centros de Atención Primaria (CAP) son manifiestamente mejorables y que se han deteriorado todavía más a raíz de la pandemia de la Covid. Esta queja no procede únicamente de los sindicatos, sino que la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFIC) lleva tiempo alertando de esta realidad y reclamando que es necesario aumentar el número de facultativos.
Por otro lado, la pandemia ha provocado que los pacientes de muchos CAP hayan visto restringido su acceso a su médico de cabecera, y no solo presencialmente. Consultas que anteriormente eran asumidas por esta figura ahora dependen de enfermería o del personal administrativo. No ponemos en duda la capacidad de estos profesionales para atenderlas, que seguro que la tienen, pero este cambio se ha llevado a cabo en muchos casos sin una información previa al usuario.
Esta no es una cuestión baladí, porque para los pacientes de un CAP, su referente siempre ha sido el facultativo, por lo que su confianza en el sistema sanitario puede verse resentida si no reciben una explicación clara de los cambios que se introducen. El departamento de Salud debe tomar medidas para revertir el desprestigio de la Atención Primaria entre los médicos y para evitar la desconfianza de los pacientes. En los últimos años, ha anunciado grandes inversiones y ha introducido nuevos perfiles profesionales como nutricionistas y psicólogos.
Pero la prueba del nueve de que algo no se está haciendo bien es que en Lleida y Catalunya el número de clientes de la sanidad privada crece cada año desde principios de siglo, a pesar de la gran crisis tras el crack del ladrillo y a la que originaron las restricciones por la pandemia.