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EDITORIAL

Una estación del siglo XXI para Lleida

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Lleida tiene desde hace muchos años una de las estaciones de autobuses más decadentes de cuantas hay en Catalunya en ciudades similares e incluso por debajo, tanto en prestaciones como en instalaciones, de municipios de Ponent como Tàrrega, por poner un ejemplo. Las administraciones insisten en que el transporte público es la única alternativa viable para hacer más sostenibles las ciudades y emitir menos contaminación con la que luchar contra el cambio climático. Pero estas palabras caen en saco roto cuando observamos, este lunes mismo, como se colapsan las autovías y las carreteras de acceso a las ciudades por la imposibilidad de llegar hasta destinos turísticos con autobuses o trenes con mínimas garantías de no tardar una eternidad o de no viajar hacinados.

Se marcan unos objetivos de futuro sin que se hayan resuelto las problemáticas del presente y disponer de una estación de autobuses del siglo XXI, con información de trayectos y destinos, horarios, venta de billetes inteligente y presencial, enlaces con varias rutas y, por supuesto, con unos autocares modernos y confortables, es prioritario para Lleida ciudad antes de plantear cualquier alternativa al vehículo privado, sea para ir a trabajar, para ir a comprar, viajes familiares, ocio, etc. Por todo esto es sin duda una buena noticia que la nueva estación de autobuses de la capital, cuyas obras comenzarán el próximo año y han de estar acabadas en el 2025, contemple estas prestaciones y mejoras. Comenzar las casas por los tejados no ha sido nunca operativo.

Johnson, tocado

El primer ministro británico, Boris Johnson, conservó este lunes su puesto al frente del Gobierno gracias al apoyo de una mínima mayoría de diputados conservadores en la moción de censura interna sobre su liderazgo planteada por los propios parlamentarios de su grupo, el Partido Conservador. Sin embargo, la mayoría de Johnson fue tan exigua (148 parlamentarios conservadores, de un total de 359, votaron por retirarle la confianza) que deja a los tories muy divididos por el escándalo de las fiestas en Downing Street durante la pandemia. El primer ministro, que llegó al poder por un proceso muy similar en su partido que obligó a dimitir a Theresa May, quita hierro a la votación y pide pasar página para centrarse en los problemas de los británicos.

No le será tan fácil, el 60% de los ciudadanos de su país, muchos de los cuales votaron contra el Brexit que él impulsó y concretó, opinan que sus escándalos le imposibilitan para dirigir Downing Street, que tiene muchos retos por delante, la mayoría de los cuales son precisamente consecuencia de la salida de la Unión Europea y de la Covid, que él ninguneó. Una victoria pues con sabor a derrota.

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