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Entendemos que las decisiones que toma Educación han de ser siempre de carácter general y que igual desde un despacho de Barcelona con aire acondicionado cuesta imaginarse lo que es una clase con una treintena de niños a 34 grados de temperatura o más a las 13.00 horas, como los que hemos padecido en Lleida esta última semana. Pero precisamente porque cada centro tiene un director o directora que conoce mejor que nadie las condiciones de cada colegio y en quien la conselleria delega su responsabilidad por el bien común educativo y personal de los alumnos, cuesta de entender cómo se ha rechazado de cuajo, sin alternativa ninguna, la propuesta de los responsables de institutos de Lleida de acabar las clases a esa hora en lugar de tener que continuar con la jornada lectiva hora y media o dos horas más. Se nos hace complicado de aceptar que la receta sea “bajar persianas y beber agua”, evidencia que los profesores conocen de sobra y que no es contestación adecuada para los profesionales de la enseñanza.

Lamentamos tener que recurrir al victimismo de siempre sobre la lejanía de Ponent y el Pirineo i Aran de los centros de toma de decisiones, pero solo así se entiende que, ante la ola de calor que padecemos, no se tenga la cintura suficiente para adaptar los horarios a cada territorio. Además, y teniendo en cuenta que el calor veraniego se adelanta y se prolonga cada vez más, habrá que afrontar la implantación de aire acondicionado en los centros.La proximidad de Sant Joan

Los incendios del Solsonès, la Noguera y ahora también en el Alt Urgell y Segrià han comportado que anoche los organizadores de las fallas de La Pobla de Segur decidieran, por recomendación de los Bomberos, bajar las antorchas sin encenderlas y convendría que la Generalitat fuera marcando un protocolo para la Nit de Sant Joan de la próxima semana, tanto en relación con las hogueras y fallas como a la venta de petardos, cuyas explosiones siempre se avanzan unos días a la noche más corta del año, que marca el solsticio de verano. La sequía y las altas temperaturas están convirtiendo en un polvorín miles de hectáreas de cultivo, sotobosque, bosques y matojos de muchas comarcas, que tienen un alto riesgo de arder a la más mínima incidencia.

Además, ya se ha acordado cerrar el acceso a varios parajes naturales para frenar precisamente esta intervención humana muy presente en la mayoría de fuegos. Salimos justo de una pandemia y todos tenemos muchas ganas de volver a celebrar nuestras tradiciones, de las que Sant Joan ocupa un lugar destacado, pero la prudencia obliga a tomar decisiones y sin duda los petardos son en esta actual situación un peligro que hay que evitar en la medida de lo posible.

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