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Un día “triste” a pesar de contar con el apoyo de sus compañeros de profesión y de los vecinos del Pallars Sobirà. El pastor Ramon Cornellana cargó ayer las 450 ovejas de su rebaño, el único que quedaba en Farrera, para trasladarlas a Puiggròs. Ya no volverán a los pastos del Pirineo porque él colgará el cayado.

Se jubilará antes de acabar el año, “harto”, según denunció a SEGRE, de los ataques del oso. Dos de consecutivos el lunes 27 y el martes 28 de junio fueron las dos gotas que colmaron el vaso. Se le murieron cinco animales y otros cinco han desaparecido.

Más allá de las pérdidas económicas, Cornellana dice que no quiere volver a pasar por “la angustia” de enfrentarse otra vez a una situación como esta. La Generalitat replica que se le ofrecieron medidas preventivas y dice que este ganadero ya tenía previsto jubilarse en breve, pero este caso pone en evidencia que hay que reencontrar el equilibrio para hacer posible que la actividad agropecuaria en las comarcas de montaña sea compatible con el respeto a la diversidad ecológica. Sin agricultores ni ganaderos no hay país.

No solo se multiplica el riesgo de incendio forestal, sino que el desarraigo lleva a la despoblación. Cornellana es la cuarta generación de pastores trashumantes de su familia. Su jubilación va más allá de la anécdota personal.

“Solo he recibido buenas palabras, pero ninguna solución”, se quejaba ayer. Y es que, aunque la administración compense por los ataques de los plantígrados, no solo es una cuestión de dinero, también de acompañamiento. Hay que buscar complicidades para que no haya más ganaderos que renuncien a su trabajo porque no nos lo podemos permitir como sociedad.Las cifras son alarmantes.

La cabaña del sector del ovino en las comarcas de Lleida ha caído un 16% en solo cinco años, pasando de un censo de 225.198 animales en noviembre de 2016 a los 189.557 contabilizados en 2021, según los datos del departamento de Acción Climática. En el conjunto de Catalunya el descenso no ha sido tan drástico y se ha quedado en un 12,4% en un lustro, pasando de 533.289 a 466.884 animales. También se han perdido explotaciones.

En la década de los noventa había un millar en las comarcas de Lleida y ahora son poco más de 500. Desde el sindicato Unió de Pagesos recordaron ayer que la mayoría de ganaderos del Pirineo tienen más de 65 años y alertaron de que la gestión de la fauna protegida no está haciendo posible la adecuada coexistencia con la ganadería. Se impone la necesidad de llegar a grandes consensos si no queremos que los paisajes de postal sean solo eso, jardines exóticos para el recreo de urbanitas.

La convivencia es posible si se entabla un diálogo que huya de la crispación y los prejuicios.

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