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El todavía primer ministro británico Boris Johnson ha dado muestras en menos de 24 horas de todo aquello que no debe hacer un político y mucho menos en el caso de que se encuentre con el agua en el cuello, como era su caso. Después de una imparable cascada de dimisiones, tanto en el gobierno como entre sus asesores, a raíz de su errática gestión y los múltiples escándalos en los que se ha visto involucrado en los últimos meses, el premier aseguraba el miércoles que rechazaba de plano dimitir. Argumentaba a su favor que tenía un “mandato colosal” derivado de los resultados electorales de 2019, añadiendo que “la labor de un primer ministro en tiempos difíciles es salir adelante y eso es lo que yo haré”.

Y en la sesión de control del Gobierno se expresó de modo similar. Solo un día después, y totalmente acorralado, dio un giro de 180 grados a su discurso para anunciar formalmente su renuncia tanto al frente de los tories como en el ejecutivo, aunque se mantendrá en el cargo de manera interina hasta que los conservadores elijan un nuevo líder. Así, ante el clásico atril delante del número 10 de Downing Street desde el que los primeros ministros hacen sus grandes anuncios, Johnson compareció ayer al mediodía circunspecto pero sereno para dirigirse al país.

“Está claro ahora que la voluntad del Partido Conservador en el Parlamento es que debería haber un nuevo líder del partido y por tanto un nuevo primer ministro”, dijo para comenzar su intervención. Fiel a su estilo inclasificable, subrayó que se marchaba obligado por su propio equipo de Gobierno, y no por la convicción personal de haber fracasado en su cometido. “La razón por la que he luchado tan duro en los últimos días para continuar (...) no es solo porque quisiera hacerlo, sino porque consideraba que era mi trabajo, mi deber, mi obligación hacia vosotros seguir haciendo lo que prometimos en 2019”, añadió.

Boris Johnson ponía así fin a tres años de mandato, desde que en 2019 sucedió a Theresa May, marcados por éxitos y fracasos, todos ellos, como fue el caso del Brexit. Pero su carrera había empezado mucho antes. Nacido el 19 de julio de 1964 en Nueva York pero criado sobre todo en Inglaterra, Alexander Boris de Pfeffel Johnson tiene raíces aristocráticas y se educó en el elitista colegio de Eton antes de licenciarse en Oxford.

En 1987, gracias a contactos familiares, entró en prácticas en el diario The Times, de donde fue despedido por falsificar una cita, y fue columnista del Telegraph y director entre 1999 y 2005 de la revista conservadora The Spectator, donde suscitó críticas por indisciplina laboral y comentarios racistas, clasistas y sexistas. En 2001 ganó un escaño en los Comunes y entre 2008 y 2016 fue alcalde de Londres. Ahora todo apunta a que su futuro estará lejos de la política aunque los analistas aseguran que Johnson es del todo impredecible.

El tiempo lo dirá.

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