EDITORIAL
Sumisiones y pinchazos
Después de casi dos años de restricciones más o menos drásticas en el ocio nocturno a causa de la pandemia de Covid, este verano se está viviendo una eclosión de actividad festiva en los locales. Sin embargo, un elemento está ensombreciendo esta nueva normalidad tan esperada. Se trata del aumento progresivo de denuncias de sumisión química que tienen como objetivo agredir sexualmente o robar en la mayoría de los casos a mujeres.
No es una técnica nueva pero desgraciadamente se está extendiendo como la pólvora. Primero fueron los casos de suministrar drogas en las bebidas, ya sea en forma de pastillas o en polvo, lo que produce amnesia, sedación, desinhibición y hasta alucinaciones, con lo que la afectada prácticamente no es consciente de lo que le ocurre. Además, como sus efectos duran poco, los análisis médicos posteriores no detectan su presencia y es muy difícil poder denunciar la agresión.
Para evitar estas situaciones, algunas discotecas reparten o pronto lo harán tapas para los vasos para impedir que alguien pueda introducir sustancias químicas en las consumiciones con la intención de cometer una agresión o violación sexual.Pero los depravados que se sirven de estos medios han dado un paso más y han puesto en marcha otro mecanismo, igual de perverso, que consiste en pinchar a las víctimas, lo que supone un método más sofisticado de crueldad. “Tened mucho cuidado y si notáis un pinchazo, pedid ayuda rápido”. Este fue el consejo de Miriam, una joven que el miércoles denunció en Twitter que había sido víctima de una sumisión química en una discoteca de Barcelona “En 10 minutos me desplomé, quedé semiinconsciente, sentía que tenía que decir que sí a todo lo que me dijesen.
No tenía voluntad, no podía controlar nada”, explicó la joven que, por suerte, fue atendida por el personal del local de ocio. Pero lo peor es que este ejemplo no es un caso aislado. Los Mossos d’Esquadra habían recibido hasta el viernes 17 denuncias por pinchazos en discotecas de Lloret de Mar y Barcelona y los datos del Instituto Nacional de Toxicología de los últimos cinco años indican que aproximadamente en el 33% de las agresiones sexuales, es decir, en una de cada tres, los agresores cometieron la violación gracias a que la víctima estaba bajo sumisión química.
Estamos pues ante un panorama preocupante y desolador. Es difícil de entender que la mitad de población, que es la que conforman las mujeres, tenga que extremar las precauciones a la hora de disfrutar del tiempo de ocio y que la situación, pese a los avances sociales y a las campañas de todo tipo, parezca que vaya a peor y con métodos cada vez más sofisticados. Hasta que no se termine con la lacra de la violencia contra las mujeres, del tipo que sea, no podremos considerar que somos una sociedad avanzada.