EDITORIAL
Ahorro energético o parche cosmético
El Gobierno central tiene previsto aprobar mañana una serie de medidas para impulsar el ahorro energético. Así lo anunció el viernes su presidente, Pedro Sánchez, sin entrar en detalles. No obstante, trascendió que el plan es que empresas, comercios, transportes y hoteles deberán tener el aire acondicionado a un mínimo de 27 grados, mientras que el límite máximo para la calefacción en invierno será de 19, en línea con lo establecido para las dependencias de la administración general del Estado.
Esta iniciativa es la consecuencia del acuerdo con Bruselas para reducir un 7% el consumo de gas en España, recorte que en el conjunto de la Unión Europea debe llegar al 15% hasta el próximo mes de marzo, con el objetivo de reducir la dependencia energética de Rusia. De entrada, hay que admitir que todo lo que sea fomentar el ahorro energético es positivo. Por muy lego que se sea en esta materia, seguro que casi todo el mundo ha oído o leído alguna vez el principio básico de que “la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma”, enunciado por el químico Antoine Lavoisier en el siglo XVIII.
Ha pasado mucho tiempo y ha habido muchos avances, pero nada indica que la capacidad de transformar y sacar provecho de la energía sea infinita en un mundo donde la población crece de forma exponencial. La invasión de Ucrania por parte de Rusia y las sanciones de la UE a este país han dificultado y encarecido el suministro de gas, pero su precio ya había aumentado considerablemente desde finales de 2020, y lo mismo ha sucedido con el petróleo. El pasado otoño el gasóleo llegó a ser racionado en diversas provincias de China, y ahora hay serios problemas de suministro en Argentina, Sri Lanka y varios países africanos.
La guerra en Ucrania solo ha hecho que agravar un problema ya existente y de carácter mundial. Precisamente, esta última es una de las claves que los líderes internacionales obvian a la hora de buscar soluciones. Por ejemplo, el uso cada vez más extendido del aire acondicionado en los países más desarrollados está directamente vinculado con el cambio climático, que no afecta a un país o continente en concreto, sino que es global.
Como la temperatura media aumenta cada vez más, el gasto energético también lo hace en la misma medida en los meses más cálidos. Es bueno legislar en pro del ahorro energético y a nivel individual hay que concienciarse de que cada uno podemos aportar nuestro grano de arena. Sin embargo, da la sensación de que los estados y organizaciones supranacionales como la UE no hacen más que poner parches en vez de abordar el origen del problema, con lo que este no hace más que crecer.
Parches que a veces son de quita y pon, como lo constata el hecho de que la Comisión Europea haya incluido ahora el gas y las nucleares dentro de su etiquetado verde o que Alemania recurra al carbón ante la falta de gas.