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El balance de criminalidad hecho público el viernes por el ministerio del Interior arroja unos datos sencillamente escalofriantes. En el primer semestre de este año se han denunciado un total de 23 violaciones en la provincia de Lleida, diez de ellas en la capital, lo que supone un salto cuantitativo frente a las 14 agresiones sexuales con penetración registradas por los diferentes cuerpos policiales en el mismo período de 2021. Se trata, pues, de otras 23 vidas ultrajadas en una vorágine de violencia sexual que parece no tener ni fin ni freno.

Y es que en estos seis primeros meses del año se han contabilizado un centenar de delitos sexuales en las comarcas de Lleida, lo que supone un 13,6 por ciento más con respecto al primer semestre del año anterior. A los ataques y vejaciones a los que se han visto expuestas las mujeres desde antaño por el simple hecho de eso, de ser mujeres, este año se van sumando nuevas “técnicas” de ultraje como es el caso de la sumisión química, ya sea poniendo drogas en las bebidas o con el pinchazo. En poco más de un mes se han presentado más de 200 denuncias por este motivo en Catalunya, a las que debería añadirse las de dos jóvenes que acudieron el viernes al Arnau afirmando que habían sido agredidas.

En definitiva, la libertad de las mujeres se va minando con este tipo de actuaciones, a las que deben sumarse algunas controvertidas decisiones judiciales. El último caso se ha dado en Girona, donde la Audiencia Provincial ha dejado en libertad a un hombre de 24 años que habría agredido sexualmente a al menos cuatro niñas en el Alt Empordà. ¿El motivo? Pues es tan sencillo como que la familia de la presunta última víctima, que sufrió el ataque en julio, afirma que la menor no estaba en condiciones de volver a explicar lo ocurrido ante el juez.

Una justificación más que lógica para no revictimizar a la pequeña, pero que tiene como contrapartida que el acusado, con antecedentes y que, según los Mossos, podría haber agredido a una quincena de chicas, haya salido de nuevo a la calle con los peligros que esto comporta.En definitiva, a las mujeres, desde la más tierna infancia, se les va inculcando la necesidad de autoprotegerse, de que no salgan solas en horas intempestivas, de que tengan cuidado con el vestuario y otros muchos más condicionantes que, por desgracia, aún se tienen en cuenta en algunos casos para intentar justificar lo injustificable: las agresiones sexuales.. Pero lo que es necesario y cada vez más urgente es proporcionar a los niños una educación afectivo-sexual basada en el respeto, en la igualdad y en la empatía. Si no somos capaces de avanzar en este sentido, es que la sociedad tiene unas lagunas del todo inadmisibles.

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