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El día después que la calle volvió a demostrar que el independentismo no es un suflé urge que tanto ERC como Junts y la CUP hagan una reflexión sobre lo acontecido en la Diada de este año. Primero porque ni los republicanos pueden alcanzar ninguno de sus objetivos, más autogobierno para Catalunya como principal, sin el concurso del atomizado mundo postconvergente; ni Junts podría a día de hoy avanzar en la independencia sin el apoyo de ERC. Urge también el diálogo en el mundo independentista porque para que la mesa de negociación con el Gobierno español pueda tener posibilidades de éxito solo cabe la complicidad entre ambas sensibilidades nacionalistas e incluso sería conveniente la de los Comuns y el PSC.

Las estructuras del Estado español, anquilosadas en una judicatura caducada y con una oposición conservadora muy centralista, solo moverán pieza si en el arco parlamentario existe un amplio consenso de cambio. Y a quien también conviene que el independentismo entre en cierta sintonía con los partidos progresistas españoles es al propio PSOE, que tendría imposible seguir en el Gobierno español sin los votos de los partidos nacionalistas. Por tanto, tanto a los integrantes del gobierno catalán como los del español, les vendría bien concretar pronto los anuncios de desjudicialización y de reconocimiento del conflicto político y sus posibles soluciones, porque lo contrario solo nos devuelve a una casilla de salida que ya ha causado bastante dolor.

Por lo que hace referencia a los movimientos populares y culturales de ANC y Òmnium, que han vuelto a demostrar su poder de convocatoria y el músculo del que disfrutan a nivel asociativo y organizativo, están en su derecho de exigir a los partidos que cumplan sus promesas electorales, pero deben entender que sin las instituciones y partidos nada de lo que comportó históricamente el referéndum del 1 de octubre hubiera sido posible. Todas las piezas son vitales y la ciudadanía valora tanto esta unidad como exige que estos lícitos objetivos no dejen de lado los problemas acuciantes del día a día, con una crisis energética y de precios que nos hemos encontrado sin haberse todavía dado por acabada la de la pandemia.

El ejemplo de Cádiz

A veces, sin esperarlo y sin consigna alguna de absolutamente nadie, el ser humano deja muestras de que hay esperanza para forjar un mundo mejor y más respetuoso.

El silencio sepulcral que reinó en el Nuevo Mirandilla, donde se jugaba el Cádiz-Barcelona de la Liga de fútbol, ante el problema cardiaco que padeció un espectador es digno de reconocimiento y de un aplauso más sonoro que el que acompaña al gol de más bella factura.

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