EDITORIAL
1-O, cinco años después
Lo que debía de ser una conmemoración de los cinco años del referéndum del 1-O, un acto de desobediencia masiva y pacífica que se vio respondido aquel día por unas agresiones sin parangón por parte de las fuerzas de seguridad del estado, ha quedado en parte eclipsada por la crisis y las divergencias entre los partidos de carácter independentista. Los diferentes actos convocados este fin de semana por entidades y movimientos sociales se han caracterizado, además de por reivindicar la fuerza, empuje y decisión de buena parte de la ciudadanía catalana hace cinco años, por las críticas a las formaciones políticas independentistas que, una vez más, han evidenciado lo lejos que se están situando de los que fueron sus votantes, quienes confiaron en ellos para gestionar el resultado del referéndum. Que estalle una crisis de gobierno en vísperas del 1 de octubre como la que estamos viviendo entre Esquerra y Junts es ejemplo palmario de esta distancia entre partidos y la sociedad, que recrimina que los primeros primen sus intereses por encima de los de los ciudadanos y se olviden del aval y mandato popular que recibieron aquel primero de octubre de 2017, con los sacrificios y represión que comportaron aquellas jornadas históricas.El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, consciente de este divorcio entre sociedad e instituciones, hizo un llamamiento a la unidad de actuación.
Señaló que “hemos de volver a encontrarnos, volver a trabajar en positivo en aquello que nos une de forma incuestionable, en aquello que hoy aún despierta todo nuestro orgullo. Hemos de volver a unirnos a través del amplio consenso de que Catalunya debe decidir libremente, de forma colectiva y en paz, cuál debe ser el futuro político del país”. El president, que no hizo alusión directa a la crisis en la que está sumido su Gobierno, hizo hincapié en que un nuevo referéndum, inspirado en la denominada vía canadiense, debería conseguir que todos los ciudadanos se sintiesen “llamados a votar”, que la comunidad internacional “acompañase” la votación y que también el Estado “reconociese el resultado”, a diferencia de lo que pasó en 2017, aunque no incidió ni en cómo ni cuándo se llevaría a cabo la consulta.
Por su parte, Carme Forcadell, expresidenta del Parlament, que fue abucheada por buena parte de los asistentes al acto celebrado en el Arc del Triomf de Barcelona, dijo comprender y compartir el enfado y la decepción de muchos independentistas, a la vez que hizo un llamamiento a la unidad de acción y estrategia, en un momento en que la división impera. En este sentido, sigue la cuenta atrás para que Junts y Esquerra puedan llegar a un acuerdo con el que salvar el Gobierno. Veremos si las múltiples llamadas a la unidad lanzadas en este aniversario del 1-O son oídas o bien si caen en saco roto.