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No es ningún secreto que disponer de pocos recursos económicos supone vivir la vida con desventaja, porque no es fácil llegar a apretar el botón del llamado ascensor social. Ahora sabemos que, además, la carrera de obstáculos que tienen que superar aquellos más desfavorecidos afecta también a la salud. La Generalitat ha constatado que la incidencia de infecciones respiratorias como la gripe o el resfriado es mayor en las personas con un nivel socioeconómico bajo.

El uso de las mascarillas hizo que estas afecciones se redujeran drásticamente durante los dos años de pandemia y ahora todos los indicadores anuncian que se reactivarán con el frío. Sin embargo, no afectarán a todo el mundo por igual, como tampoco ha ocurrido con el coronavirus. Durante la última ola de Covid, la clase media-baja de las comarcas del llano de Lleida enfermó un 22% más que la clase media-alta, según datos del departamento de Salud.

No es un problema fácil de resolver. Jacobo Mendioroz, subdirector general de Vigilancia y Respuesta a Emergencias de la Agencia de Salud Pública, explica que se trata de una cuestión “multifactorial” en la que pesan cuestiones como vivir en pisos compartidos o no poder permitirse teletrabajar, lo que facilita las infecciones. Pero hay más.

Las personas que tienen una renta más baja son más susceptibles de sufrir descompensaciones si padecen diabetes, cardiopatías o hipertensión y, estadísticamente, tampoco ayuda el hecho de que fumen y beban más y sus comidas sean menos saludables. Sin duda, una radiografía de la desigualdad que tendría que disparar las alarmas de los gobernantes ante el horizonte de una crisis económica y energética que hace augurar un invierno complicado. La salud no solo es cosa de la lotería genética.

Con los datos de Salud en la mano, hay que invertir en prevención, pero también en políticas que favorezcan la erradicación de la pobreza o, por lo menos, mitiguen sus efectos sobre la población vulnerable. Estar sano no puede ni debe ser un lujo al alcance de una minoría.

Más que una cifraFueron noticia porque en su día sacaron la nota más alta de la Selectividad y todos reconocen que acercarse al ansiado diez les abrió muchas puertas, sobre todo al principio.

Hemos hablado con algunos de los que fueron los alumnos más brillantes de su promoción, que, con la perspectiva de los años, aseguran que, aunque las calificaciones académicas altas son importantes, “no hay que obsesionarse”, y es que la autoexigencia fue la peor enemiga de estos jóvenes estudiantes que ahora han podido elegir su propio camino laboral en ámbitos tan dispares como la animación, la investigación o la docencia.

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